viernes, 9 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 21

—Eso no es asunto tuyo —dijo ella, enfadada.

—¿Por qué no te vas a la cama, Paula? —sugirió él.

—¿Quién… cómo… quién diablos te has creído que eres?

—Ya sé que sólo soy un extraño para tí, pero eso no impide que pueda darte algún consejo. Estás cansada y enojada y es tarde para ponemos a discutir. Además, yo sigo estándote enormemente agradecido por todo lo que has hecho por mí.

Paula no pudo contener su enojo y se le escapó una especie de gemido que ella habría despreciado de habérselo oído a otra mujer. Así que hizo lo único que podía hacer. Es decir, se dio la vuelta y se marchó. Aunque al momento regresó.

—Puedes dormir en la otra habitación que tenemos de reserva.

Pero Pedro siguió un buen rato sentado ante la mesa de la cocina con una débil sonrisa en sus labios y con la mirada perdida, pensando en lo mucho que su vida se había complicado últimamente. «Debería irme de aquí ahora mismo. Aunque sea nadando…», reflexionó. «¿Cómo un golpe en la cabeza puede cambiar tanto las cosas? ¿Cómo puedo acordarme de todo salvo de lo más importante?». «¿Y qué es lo que te atrae tanto de ella?», se preguntó a sí mismo. «Ella no es la mujer más bella del mundo. Es demasiado independiente y no sé que he encontrado en ella para… Bueno, quizá ahí esté la respuesta. En que eres una mujer misteriosa, Paula Chaves. Y no puedo negar que me intrigas. Y no sé si la amnesia tendrá algo que ver con todo esto». Finalmente, se levantó, enjuagó las tazas y se fue a una cama limpia y seca. A la mañana siguiente, lo despertaron Bruno y Martina. Le resultó algo inquietante abrir los ojos y encontrarse con dos pares de ojos marrones idénticos fijos en los suyos.

—¡Aleluya! Sin son los gemelos angelicales…

Ellos se echaron a reír.

—Veníamos a ver qué tal estabas.

—Son muy amables. ¿Han venido a nado?

—No, tonto —contestó Martina—. Ya ha parado de llover. Pero todavía hay buenos charcos por todas partes.

—¿Por qué estás en otra habitación? —preguntó Bruno, inclinándose sobre la cabecera de la cama.

—Había goteras en el otro cuarto y el agua caía justo sobre mí. ¿Se ha levantado ya Paula?

—No, está dormida. Entramos a su cuarto, pero fuimos tan silenciosos como dos ratoncillos, ¿Verdad, Marti?

—Sí. ¿Crees que le pasa algo? —preguntó la chica—. No es normal que Pau se quede en la cama hasta tarde.

Pedro les explicó la aventura de la noche anterior en el tejado.

—Bueno, ¿Te gustaría dar un paseo con nosotros? —Le ofreció Bruno—. Así la dejaremos dormir tranquila.

—¡Qué amable te has vuelto! —respondió Pedro, y ellos volvieron a echarse a reír—. ¿Es que he dicho algo gracioso?

—Es que tu forma de hablar es muy divertida. Nos hablas como si fuéramos adultos, ¿Verdad, Marti?

Martina asintió.

—Bueno, al fin y al cabo, me salvaron la vida. ¿Me dan un minuto para que me vista?

No hay comentarios:

Publicar un comentario