miércoles, 7 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 19

—¿Es que puedes leer en mi mente, Paula?

—En este instante, sí. Me da la impresión de que tú estabas pensando en algo muy diferente.

—Llevas razón —dijo lentamente, y se volvió para terminar de hacer el chocolate.

—Muy bien, Pedro, luego no te enfades si un día soy yo la que te deja intrigado a tí.

Él se encogió de hombros y no contestó hasta que sirvió dos tazas de chocolate humeante sobre la mesa.

—Estaba pensando en que mis comentarios sobre las manías de las mujeres no estaban nada justificados en tu caso y me sorprende que no te enfadarás más cuando los hice.

Ella agarró la taza con la vista clavada en Pedro.

—¿No me crees?

—No del todo.

—Llevas razón —admitió él, sonriendo—. Esa no es toda la verdad. Estaba pensando en que eres una mujer distinta de todas las que he conocido hasta ahora. Lo que viene a ser lo mismo.

—A menos que estuvieras pensando en una mujer en particular —dijo ella, después de una pequeña pausa.

—Tengo que confesar que todavía no he recobrado enteramente la memoria.

—¿Estás segura de que se lo contaste al doctor?

—Sí. Me dijo que era normal, que la iría recobrando progresivamente.

—Muy bien. Aunque debo de haberme vuelto loca.

—¿Por qué?

—Por permitirte subir a ese tejado esta noche. Yo…

—Paula —él deslizó una mano sobre la mesa y le agarró una de las suyas—, no te preocupes por eso. Me pondré bien.

Ella se quedó dubitativa, pero finalmente no retiró la mano.

—Tu empresa debe estar preocupada por la avioneta.

—No creo que puedan hacer nada por el momento.

—No, supongo que no —ella miró hacia sus manos entrelazadas. Luego lo miró a los ojos—. Yo… quiero que vayamos despacio, Pedro. Hace sólo unas pocas horas que nos conocemos y nosotros… bueno… tú ya sabes lo que quiero decir.

—Lo sé. Y tú no puedes quitarte de la mente que yo puedo ser un estafador.

Ella se sonrojó ligeramente.

—¿No tendrías tú también ciertas reservas si estuvieras en mi lugar?

—Probablemente sí —arqueó las cejas—. Pero yo no te estoy presionando en un sentido o en otro.

Paula sintió ganas de decir que sólo el hecho de estar tan cerca y de haber agarrado su mano ya era una forma de presionarla. Y más después de lo que habían pasado juntos aquella noche. Pero rechazó la idea de inmediato y decidió comportarse de un modo cauto y discreto.

Pedro pareció leer sus pensamientos porque su rostro reflejaba ciertaironía. Además, decidió cambiar de tema, al mismo tiempo que liberó la mano de ella.

—Creo que tendrás que restaurar ese tejado.

Paula se reclinó en su asiento, sin estar segura de sentirse aliviada odecepcionada.

—Así es. Y pensaba poner uno nuevo. Pero es muy grande y había decidido hacerlo poco a poco. Lo que sucede es que últimamente ha habido mucho trabajo y no he tenido tiempo —ella se detuvo y se encogió de hombros—. Y el tío Arturo tampoco creyó que cambiar el tejado corriera prisa.

Pedro asintió, recorriendo la cocina con la mirada.

—Es una pena. Porque el resto de la casa parece en perfectas condiciones.

—Así es. Estos muros de ladrillo son muy resistentes. ¿Estás interesado en las construcciones antiguas?

—Me temo que no siento la misma pasión que tú.

—Quizá paranoia sería una palabra más exacta que pasión, pero es que no puedo evitarlo. Sólo… —hizo una pausa—. Yo… no.

—Creo que deberías decirme lo que estás pensando.

—Claro que lo crees. Tienes la costumbre de querer saber siempre lo que estoy pensando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario