viernes, 16 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 39

Su cuerpo era bastante espectacular y caminaba con una evidente seguridad. Llevaba las uñas pintadas, haciendo juego con sus labios. Un reloj de oro y una cadena, también de oro, adornaba su manos izquierda y derecha, respectivamente. Los pendientes tenían dos pequeños diamantes engarzados y en su mano izquierda lucía un diamante de mayor tamaño. A Paula le resultaba vagamente conocida. Se encontraron en la verja de entrada.

—Hola. Esto es Wattle Creek, ¿Verdad?

Paula, sin saber por qué, sintió un tremendo terror a admitirlo. La mujer extendió la mano.

—Entonces tú debes de ser Paula Chaves. ¿Cómo estás? Yo soy Laura Foster, la prometida de Pedro. He venido a llevarlo a casa.

Paula tardó unos segundos más en poder hablar.

—Pasen.

El piloto ya estaba también en la verja. Era un hombre de edad media con una camisa azul clara unos pantalones azul oscuro con el logotipo de Pascoe Lyall, una P y una L enlazadas bajo un par de alas, sobre el bolsillo. Se presentó como Adrián Williams y en seguida miró a su alrededor. En opinión de Paula, con un gesto de cautela.

—Pedro no está aquí ahora mismo —dijo, explicando que había ido a buscar la avioneta—. Pero, por favor, pasen. Haré un té o lo que les apetezca. Hace mucho que se fueron, así que no creo que tarden demasiado.

—¡Qué casa más antigua y bonita! —exclamó entusiasmada Laura Foster.

—Gracias. ¿Té, café, o quizá algún refresco? —preguntó Paula, mientras los conducía hacia el salón.

Normalmente habría ido a la cocina y no pudo evitar preguntarse el motivo del cambio. «¿Quizá por orgullo?», se dijo en silencio.

—Algo frío sería estupendo —dijo Laura—, pero no te molestes. Estamos muy agradecidos por todo lo que has hecho por Pedro. ¿Cómo está? Creo que perdió la memoria durante unos días, ¿No es así?

—Selectivamente.

—¿Selectivamente? —repitió Laura confundida.

—Bueno, recordaba sólo ciertas cosas, y ha ido recordando poco a poco. Según el doctor es normal. Vuelvo enseguida, tomen asiento.

Volvió en cinco minutos con una jarra de zumo de limón y dos vasos.

—¿Entonces, cuánto tiempo hace que eres la prometida de Pedro?

—Seis meses —contestó, al tiempo que se ponía las gafas oscuras sobre la cabeza y revelaba un par de ojos oscuros y brillantes—. Yo le digo que es hora de casarnos, pero como estamos tan ocupados siempre. Yo soy actriz y modelo… y nunca encontramos el momento.

—¡Ah! —exclamó Paula, con la cara iluminada—. Por eso me resulta conocida tu cara.

—He oído que tiene algunas cicatrices —dijo Adrián.

—Sí. Se hizo un corte en la cabeza, pero está casi cicatrizado… aquí llega —dijo, haciendo una pausa al oír el motor de un vehículo—. Así que él mismo os lo puede contar todo.

Paula se levantó, notando antes de hacerlo la misma mirada extraña de Adrián Williams. La muchacha frunció el ceño y se fue hacia la puerta, al tiempo que se oían pasos en la entrada.

—Estamos en el salón, Pedro —gritó.

«¡Eres un canalla!», añadió en silencio.

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