viernes, 23 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 55

Él levantó un paquete grande en el que Paula no se había fijado hasta entonces.

—Pablo insistió en que me trajera el vino, ya que no nos bebimos ni siquiera una copa cada uno. Sentémonos en la terraza y hablemos. Siempre puedes salir corriendo hacia la playa si te parece que las cosas se ponen mal para tí.

—No creas que no lo haría, Pedro —avisó ella.

Pedro llevó dos copas y sirvió el vino. Era una noche tranquila. La temperatura era agradable y la superficie del mar parecía suave y se movía rítmicamente. Al sentarse, vieron las luces de un avión que volaba bajo y paralelo a la costa, acercándose al aeropuerto de Coolangatta. Eso hizo que Paula recordara a su tío, ya que Coolangatta estaba cerca de Tugun. Él debió de leer sus pensamientos porque puso el teléfono móvil sobre la mesa.

—¿Te gustaría llamar al hospital? El número de teléfono está grabado en la memoria.

Ella asintió agradecida y él marcó el número. Paula le devolvió el teléfono unos minutos después.

—Está descansando tranquilamente.

—Bien —contestó Pedro, guardando el aparato—. Y en cuanto a Laura…

—Creí que era algo entre ustedes dos.

—No tengo pensado agobiarte con los detalles íntimos, pero sí, creí que… iba a casarme con ella. Aunque nunca he sido más sincero que cuando te dije que no estaba seguro de si el amor era capaz de sobrevivir al matrimonio. ¿Recuerdas?

—Yo… sí. Era algo en que los dos estábamos de acuerdo.

—Es verdad. Ciertas cosas, el golpe en la cabeza y que yo no la recordara, me hicieron pensar que esa distancia no la superaríamos Laura y yo.

—¿Por qué? —preguntó Paula con curiosidad—. Tú no recordabas nada, ni siquiera tu nombre, o eso dijiste al menos. ¡Eso no significa nada!

Pedro dirigió a Paula una mirada sorprendida. Luego puso las manos detrás de la cabeza y  estiró las piernas.

—Puede que no. Pero por una razón u otra, yo de repente me puse a pensar por qué posponíamos una y otra vez nuestro matrimonio.

Paula se movió en su asiento y lo miró con los ojos entornados.

—Ella dijo… Quiero decir…

—¿Te dijo ella algo parecido?

—Sí, bueno… —la muchacha se encogió de hombros—. No le dí ninguna importancia.

—Lo que quiero decir eso es… que los dos teníamos miedo de dar el paso final. Laura por lo que tendría que dejar a un lado y yo porque, aunque ella es divertida y encantadora y el tipo de mujer elegante con la que yo creía que debía casarme… También éramos buenos amantes, pero notaba que faltaba algo.

Paula tomó su copa.

—Pobre Laura —murmuró.

—Pero no encontraba el qué —dijo Pedro, con la mirada sombría—. Y no era sólo algo que le faltase a ella, sino también a mí. Porque yo trataba de enterrar un cierto cinismo en nombre del amor y el matrimonio. Me engañaba a mí mismo diciéndome que era un matrimonio conveniente para ambos.

—Eso es cinismo.

Él se encogió de hombros.

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