miércoles, 28 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 63

—No… —susurró ella.

—No seas tonta. ¿Qué piensas que voy a hacerte?

—No lo sé, pero…

—Mira, siéntate antes de que te desmayes —ordenó él, obligándola a sentarse a su lado—. Toma —le puso el vaso en la mano y se lo llevó hasta los labios.

Ella se quedó pensativa. Luego bebió y sintió que el color volvía a su rostro.

—¿Te importaría decirme algo, Paula? Aunque quizá… —hizo una mueca—… sólo sea otra muestra de mi naturaleza maquiavélica.

Ella lo miró con suspicacia.

—¿El qué?

—Tengo que confesarte que me cuesta mucho estar sentado cerca de tí, envuelto en el perfume que desprende tu cuerpo y tu cabello, sintiendo todavía tu cuerpo en la puntas de mis dedos y sintiendo tus labios sobre los míos. Bien, yo no tengo ningún problema en admitirlo y me pregunto por qué no puedes hacer tú lo mismo.

Ella tragó saliva y se movió inquieta, pero no dijo nada.

—Te lo diré de otra forma. ¿Por qué te cuesta tanto admitirlo?

Ella se sintió como si las palabras de él hubieran despejado todos sus canales de percepción. Se dio cuenta de que sus hombros se estaban tocando y pudo sentir el calor de su cuerpo. También pudo sentir de nuevo el sabor masculino de la piel de él y recordó el sabor de sus labios y la dureza de su cuerpo apretado contra el de ella y el tacto del cabello negro de él entre sus dedos…

—Yo… —ella se detuvo y se volvió para mirarle a los ojos, que por una vez estaban serios mientras esperaban la respuesta de ella—. Yo… sé perfectamente a qué nos conduciría el que yo lo admitiese —dijo con voz ronca.

—¿Y qué tendría eso de malo, Paula? —preguntó él, con voz tranquila.

Pedro sujetó con un dedo la barbilla de ella al ver que se disponía a apartar la mirada.

—No me digas que no lo sabes, Pedro —le espetó ella, cerrando los ojos—. Hace sólo unos pocos días, tú estabas comprometido con otra chica. Sólo que… bueno, pronto tú serás el propietario de Wattle Creek y yo me tendré que ir de allí… Y sé que no debería de ser así, pero nunca podré separar ese hecho de tí. Y tampoco me gusta el modo en que has roto tu compromiso.

—En otras palabras… que nunca podrás perdonarme. ¿No es así? —él liberó su barbilla.

—No —ella dio otro trago al cóctel—. Creo que me conozco lo suficiente y sé que… no podré.

—Ya veo —él se echó hacia atrás en el sofá—. ¿Así que estás sugiriendo que lo nuestro no tiene ningún futuro?

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