lunes, 12 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 30

Y lo cierto fue que no volvió a verlo hasta la tarde siguiente. Juan decidió que podrían acercarse hasta la avioneta con el Land Rover y tratar de hacerla despegar. Ella estaba haciendo la cena cuando Pedro entró a la cocina con un maletín. El atardecer era bastante oscuro debido a que el cielo estaba nublado, a pesar de que no estaba lloviendo.

—Es evidente que lo encontrasteis —dijo, fijándose en el maletín.

—Mmmm… —él colgó el sombrero prestado en el gancho de detrás de la puerta. Parecía algo rígido y cansado.

—¿Por qué no te refrescas un poco? —sugirió ella—. Luego puedes tomarte una cerveza conmigo.

Él la miró agradecido, luego bajó la vista para quedarse mirando su propia indumentaria, dubitativo.

—El problema es que no tengo más ropa que ésta. Y me siento como si la ropa estuviera pegada a mi piel.

—Ponte el pijama —le recomendó y, al fijarse en la mirada repentina que él le había dirigido, añadió—. No te preocupes, soy inofensiva. Así que prometo no tirarme sobre tí porque vayas en pijama.

—¡Qué pena! —murmuró él, y salió con su maletín.

Juan apareció en la puerta de la cocina poco después.

—Entra —lo invitó Paula—. ¿Quieres una cerveza?

—Sí —contestó él. Después colocó una caja con el teléfono portátil sobre la mesa—. Sergio lo ha arreglado. Por cierto, ya sabrás que hemos encontrado la avioneta —añadió, mirando a su alrededor.

—Se está lavando y cambiando de ropa —Paula le dió una cerveza y se sirvió un vaso de vino para ella. Luego bebió un trago, mientras removía la salsa para los espaguetis a la boloñesa que se estaba preparando.

—Tiene suerte de estar vivo y además debe de ser un piloto muy bueno. Se acordó de que tomó tierra sin que le funcionase el motor y que pudo sortear todos los obstáculos, salvo la última roca que destrozó la hélice —Juan hizo una mueca—. Debió darse un buen golpe. Después caminó seis millas hasta el establo. Supongo que eso explica por qué nadie oyó ni vió nada.

Paula se sentó en una silla, frunciendo el ceño.

—¿Y ha recordado algo más acerca de quién es? Quiero decir, ¿Sabe ya a qué iba a Campbell Downs o qué puesto ocupa él dentro de esa compañía ganadera para la que trabaja? Ya sé que el doctor dijo que era normal que su memoria tuviera ciertas lagunas, pero…

—Yo diría que ocupa un puesto alto en esa empresa —dijo Juan—. Parece saber de qué está hablando cuando hace comentarios acerca del ganado y todas esas cosas. Además, me da la impresión de que se está callando algo. Creo que recuerda más cosas de las que nos ha confesado.

—Bueno, imagino que si esta noche no llueve, alguien de la compañía o algún familiar vendrá a buscarlo mañana.

Juan se acabó su cerveza y se levantó.

—Yo me voy. En cuanto a él, yo creo que ya podrían haber venido a buscarlo. Lo único que necesitan es un helicóptero. Hasta mañana, Pau.

«¿Cómo no habría pensando en eso?», pensó Paula, mientras se levantaba a remover la salsa y echaba los espaguetis a una cacerola de agua hirviendo. Examinó la ensalada que había preparado y puso la mesa, añadiendo un cuenco con queso parmesano. También  había hecho una tarta de queso de postre y la había adornado con fruta escarchada. Se volvió a sentar con su vaso de vino y estaba sumida en sus pensamientos cuando Pedro regresó. Se le veía limpio y no llevaba el pijama de Lucas, sino su traje de color caqui, que ella le había lavado y colgado para que se secara, sólo que se había olvidado de él.

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