miércoles, 28 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 61

Ella dejó caer la toalla en la que estaba enrollada, entró al cuarto de aseo y se quitó el traje de baño sin pensar en lo que estaba haciendo. Luego se duchó, terminando con agua tan fría, que se le escapó un gemido. Eso sí, la impresión le sirvió para recuperar cierta lucidez mental. Lo primero que hizo al salir de la ducha fue llamar al hospital. Esa era su obligación por mucho que la estuvieran esperando esas gambas para cenar. Pero parecía que el excelente personal del hospital pensaba de otro modo.

—El doctor acaba de verlo ahora mismo y parece que está muy satisfecho con el estado de su tío, señorita Chaves —la informó la enfermera—. Y para que pase una buena noche, lo hemos sedado. Así que no tiene ningún sentido que duerma hoy aquí. También tiene usted que descansar.

—Pero si he descansado durante el día…

—Es igual, reserve sus fuerzas para cuando le hagan falta. La convalecencia de su tío será larga.

—¿Está usted segura?

—Así es.

Colgó el auricular y se quedó mirándolo fijamente, con expresión indefensa. «Adiós al plan A. Así que supongo que tendré que pasar al plan B. Voy a tener que cenar esas gambas».

—¡Qué bonito! —dijo Pedro, cuando ella entró en la sala.

Paula se miró a sí misma. Llevaba un vestido largo de algodón de color crema con volantes rosas.

—Me lo hice yo.

—Ah. Otra de tus habilidades —comentó él, tendiéndole un vaso alto.

Ella se quedó mirándolo, arqueando una ceja.

—Es un cóctel que hago yo.

—Espero que nadie piense en saltar sobre mí para morderme.

—No creo. Lleva zumo de piña con crema, un chorrito de Cointreau y otro de menta.

—Seguro que está muy bueno.

—Siéntate, Paula. Parece que estás preparada para salir corriendo.

Ella lo miró fríarnente mientras se sentaba en el sofá.

—Telefoneé al hospital.

Le contó lo que la enfermera le había dicho.

—Me alegro mucho, salvo por lo de la larga convalecencia, aunque si vas a ser tú quien lo cuide, seguro que estará estupendamente.

Paula dió un sorbo al cóctel y le pareció que estaba delicioso. Luego lo dejó sobre la mesa, apartándose el flequillo de la frente.

—La verdad es que me siento algo culpable por no haberme dado cuenta de que él no estaba bien. Y más aún con mis conocimientos como enfermera.

—Él me contó que se había esforzado por ocultártelo.

—Lo sé. Y yo dándole friegas en la espalda y diciéndole que tenía que hacer ejercicios musculares —se encogió de hombros—. No te puedes imaginar lo tonta que me siento.

—Creo que estás siendo demasiado dura contigo misma, Paula.

Ella se quedó mirándolo. Él estaba sentado en el sofá que estaba frente al suyo. Iba vestido con unos pantalones cortos azules y negros y una camiseta negra.

—Sí y ésa no es la única razón.

Él la miró extrañado.

—¿Y más razones hay?

Ella dió otro trago a su cóctel.

—Bueno, me he dado cuenta de que estaba tan absorta en cuidar de Wattle Creek que no me fijaba en nada más de lo que estaba ocurriendo a mi alrededor.

Él no dijo nada, pero ella se fijó en el gesto de compasión que delataban sus ojos. Y lo último que Paula quería era que él se compadeciese de ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario