miércoles, 7 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 17

Ella se durmió casi nada más acostarse, pero se despertó a las dos de la mañana. Todavía seguía lloviendo. Aunque no pensó en la lluvia, sino en Pedro Alfonso. «¿Qué clase de hombre es él?», se preguntó. «Sé que yo atribuí su seguridad a una educación privilegiada, pero eso no tenía por qué ser necesariamente así. Una educación privilegiada no garantiza nada… Pero lo cierto es que es un hombre encantador. La gran incógnita es saber si está acostumbrado a utilizar su encanto para conquistar a todas las mujeres que salen a su paso. Y por su manera de comportarse, puede que sea así». Paula frunció el ceño y se movió inquieta en la oscuridad, para colocarse boca arriba en la cama que había pertenecido a sus padres. Se daba cuenta de que hacía mucho tiempo que no se sentía atraída por ningún hombre. No le ocurría desde hacía dos o tres años, recordó. Y alguna vez había pensado que podía correr peligro de convertirse en una vieja solterona. De pronto, se le ocurrió que no sabía qué haría Pedro Alfonso dentro de la empresa de pastos en la que trabajaba. Y tampoco sabía que habría ido a hacer a Campbell Downs, la enorme propiedad adjunta a la suya y que había sido vendida recientemente. «No sé por qué no le habré preguntado por eso», se dijo a sí misma. Luego se sobresaltó al oír que alguien llamaba a su puerta. Se sentó, encendió la luz y se subió las sábanas hasta el cuello.

—¿Quién es?

La puerta se abrió y pudo ver que era Pedro.

—Paula…

—¡Oh, esto es demasiado! —le interrumpió—. Si es por simple gratitud que no puedes dejarme ni un momento sola…

—Paula… —repitió él, entrando en el cuarto—. Si piensas que mi intención es seducirte, te equivocas.

—Bueno, ¿Y qué se supone que debo pensar?

—Estoy completamente vestido. Y también estoy mojado.

Ella vió que era cierto. Tenía el pelo empapado, así como los vaqueros y la camisa de Lucas.

—¿Y qué quieres decir con eso? —preguntó ella.

—Quiero decir que en estas condiciones, en lo último en lo que pensaría sería en seducirte.

—¿Y qué es lo que quieres entonces?

Él la miró durante un largo instante. Su expresión era que estaba empezando a divertirse con la situación.

—Lo que sucede es que hay goteras en el tejado. Y resulta que el agua cae justo encima de mi cama. Y como estaba bastante contento con mi cama y no tenía pensado mudarme a ninguna otra, me preguntaba si sería buena idea dejar que siguiera cayendo agua sobre ella.

Paula apartó las sábanas y se puso en pie.

—¿Y se puede saber por qué diablos no lo dijiste antes? Por supuesto que no es buena idea dejar que el agua gotee. Hay cables eléctricos…

—Es que no me has dejado decírtelo —murmuró él, fijándose en que ella había comenzado a desabrocharse la parte de arriba del pijama—. Creo que es mejor que deje que te vistas tú sola —añadió, con sorna.

—Aquí tienes —dijo ella algo después, alcanzándole un impermeable. Ella ya llevaba el suyo puesto—. Supongo que ya has estado fuera investigando.

—Pues sí. Por lo que pude ver, vamos a necesitar una escalera y un poco de cemento.

—Pero subiré yo. Tú no puedes subirte al tejado…

—Puedo subir a ese tejado perfectamente, Paula.

—Pero ¿Y tú cabeza? ¿Y los puntos? —protestó ella.

—A mi cabeza no le pasa nada y en cuanto a los puntos, me he permitido investigar tu botiquín de primeros auxilios y he encontrado una venda gruesa y unas tiritas impermeables para los puntos —dijo él, señalándose la sien.

—¡Ah! Podría llamar a Juan, pero él debe de estar agotado. Ya llevaba varias horas levantado cuando vino a despertarme por la mañana…

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