lunes, 12 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 29

—¿No dices nada?

—No se me ocurre nada en este momento —dijo ella, levantándose y yendo hacia la orilla.

Él permaneció sentado sobre el agua, apoyado sobre las manos, observando cómo ella trataba de quitarse el agua de los pantalones.

—No creo que podamos dejarlo así —declaró él, mientras ella se ponía las botas.

—Pues yo sí —musitó ella, buscando su sombrero.

Pedro se levantó por fin.

—¿Eres de la opinión de que no hace falta explicar nada? Si es así, yo te apoyo. Esto no podría describirse con palabras.

—No me propongo describirlo.

Paula no quiso hablar más, silbó suavemente y su caballo se acercó obedientemente. Bonnie se metió en el río y puso la cabeza contra el pecho de Pedro. Luego hizo un ruido con las fosas nasales. Ella hizo una mueca.

—Cualquiera diría que nos ha interrumpido deliberadamente. Pero si Bonnie cree que es hora de irnos, yo también —dijo, subiéndose a la silla.

Pedro caminó hacia la orilla, seguido de Bonnie, que esperó pacientemente a que se pusiera las botas y el sombrero. Finalmente soportó el peso del hombre. Fueron uno al lado del otro, alejándose de la zona fresca y mágica del río, bajo la luz del sol y en pocos minutos sus ropas se habían secado.

—Tengo que pensar en ello —declaró finalmente Paula—. No sería justo que pensaras que soy… Quiero decir que no soy una chica inocente y virginal que pueda caer desmayada a tus pies.

—Yo tampoco soy virgen, pero he estado a punto de desmayarme.

—Me parece un poco difícil.

—Lo sé. Hay muchas cosas de mí que a tí te parecen difíciles de creer, pero tengo que decirte que a mí me pasa lo mismo contigo.

—¿De verdad? Yo pensé que era un libro abierto para tí, Pedro Alfonso— replicó ella, mirándolo con acritud.

Él se encogió de hombros.

—Eso fue antes de que me besaras de una manera que, si no llega a ser por la interrupción de Bonnie, habría terminado no sé cómo.

Paula tomó aire inquieta, estirándose sobre su montura.

—Si me estás diciendo que he pasado una especie de examen…

—No he dicho nada de eso —protestó él—. Pero ya que lo dices. ¿Y yo? ¿He pasado el examen?

Ella apretó los dientes. Luego decidió ser sincera.

—Bastante bien, como tú ya sabrás. Pero de lo que no estoy segura es de qué tipo de examen se trataba.

—Infórmame cuando lo sepas —contestó solemnemente.

Ella lo miró con ironía, pero consiguió contestarle serenamente.

—Pero lo que no tenemos modo de saber es si es tu especialidad, ¿Verdad?

—¿Crees que quizá vaya dejando un rastro de mujeres desmayadas por todo el país? Pues, la verdad, no creo ser ese tipo de hombre —dijo pensativamente.

—Lo sé. Si algo crees de tí, es que eres un regalo para cualquier mujer. Pero a mí no me conoces bien todavía —señaló.

—Lo único que sé es que quería besarte.

—Muy bien —dijo Paula sin sonreír—, pero ahora no vamos a hablar de ello. No hablemos de nada hasta que yo pueda pensármelo un poco. ¿Sabes? Esto ocurre en el peor de los momentos —la muchacha hizo un gesto de frustración y luego desvió la mirada hacia el cielo—. Hay tanto que hacer, que no tengo tiempo para preocuparme de si eres un donjuán.

Él estalló en carcajadas.

—Lo siento mucho, señorita Chaves. Trataré de no… cruzarme en tu camino en las próximas horas.

Paula le lanzó una mirada escéptica y se dirigió hacia los establos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario