viernes, 9 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 22

Paula comenzó a salir de las profundidades del sueño, abriendo y cerrando los ojos hasta que se incorporó sobresaltada al darse cuenta de que había salido el sol. Luego miró el reloj y vio que marcaba las nueve y media. Parpadeó confusa y luego recordó todo. Se echó hacia atrás, lanzando un gemido al darse cuenta de que no sabía cómo iba a poder enfrentarse de nuevo a Pedro. Así que se tomó su tiempo para vestirse. Se puso una camisa de color crema, además de los pantalones color caqui que utilizaba siempre para trabajar. Luego hizo la cama y ordenó su habitación meticulosamente. Finalmente, se sentó delante del tocador y se recorté el flequillo. Probó a recogerse el pelo en una coleta, frunciendo el ceño. Y durante todo este tiempo no pudo oír ningún ruido en la casa. «Debe de estar durmiendo todavía, O por lo menos, eso espero», meditó, decidiéndose a salir del santuario de su habitación. Pero no había señal de él en toda la casa. Y no pudo evitar empezar a preocuparse un poco. ¿Habría perdido de nuevo la memoria y se habría ido a vagar por ahí? ¿Se le habrían infectado los puntos? Ella comenzó a arrepentirse de haberle permitido que la ayudara con lo del tejado la pasada noche. Se disponía a descolgar el teléfono de la cocina para llamar a Juan justo cuando Pedro entró por la puerta.

—¿Se puede saber dónde diablos has estado?

—Buenos días, Paula —saludó él, sin hacer caso de lo que ella le había dicho—. Sí, hace una mañana estupenda. Claro que todavía el suelo está lleno de charcos, pero…

—¡Ya sabes a lo que me refiero!

—Pues te aseguro que no.

—Creía que podías haber vuelto a perder la memoria o que se te podían haber infectado los puntos o… o… ¡No te atrevas a reírte de mí!

—Lo siento. No se me ocurrió que podrías preocuparte. Vinieron a verme Martina y Bruno y pensaron que sería buena idea salir a dar un paseo para mostrarme los alrededores.

—¡Martina y Bruno!

—Sí. Pensamos que así te dejaríamos dormir tranquila.

—Esos dos van a conseguir que me salgan canas antes de tiempo —dijo ella, sentándose ante la mesa de la cocina, ya más tranquila.

—No sólo a tí. Me he dado cuenta de que a su padre ya le están saliendo.

—¿Así que vinieron para invitarte a dar un paseo?

—Cuando me desperté esta mañana, estaban los dos frente a mí, observándome. Por un momento pensé que estaba en el cielo.

Paula trató de aguantar la risa. Se levantó y se dirigió a la nevera.

—Bueno, ¿ Y te lo has pasado bien con ellos? —le preguntó, sacando de la nevera unos huevos, un poco de beicon y unos tomates.

—Nos acercamos al cobertizo y estuve charlando con Juan. Por cierto, que allí ví también a Sergio, que me ha dicho que pronto tendrá arreglado el teléfono portátil. También me dijeron que pensaban que no volvería a llover hasta mañana por la mañana, así que podíamos salir a dar una vuelta con el coche para ver si encontramos el avión.

Paula puso algunas tiras de beicon en la sartén y cortó el tomate por la mitad. También sacó un plátano de la cesta de la fruta y lo peló.

—¿Qué es lo que piensa, entonces, Juan del tiempo?

—Que hay otro frente de lluvias en camino, pero que no descargará aquí hasta dentro de un par de días.

—Gracias a Dios —dijo ella, empezando a poner la mesa.

—¿Buenas noticias, no?

—Pueden serlo si nos salvan de inundamos por completo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario