lunes, 26 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 56

—También había otras razones.

—¿Cuáles?

—Mi madre está deseosa de tener nietos y mi situación es difícil, ya que soy su único hijo. Ella estaba convencida de que Laura y yo podíamos tener una descendencia maravillosa.

—Entonces es evidente que tu madre no representaba ningún obstáculo para que te casaras con ella.

—No, pero es porque ella tiene bastantes reservas conmigo en general —dijo, tomando su copa.

—No entiendo.

—Mi padre y ella se casaron muy jóvenes. Ella tenía veintidós años y él veintiuno —hizo una pausa, fijando la mirada en el mar—. Y así es como ella cree que debe ser. Y no me refiero a que la mujer tenga que ser más mayor que el hombre, sino a que ella pensaba que cuando llegas a los treinta y tres años eres mayor y caprichoso, algo cínico y estás un poco cansado de todo. Me dijo que estaba muy contenta de que Laura apareciera en mi vida porque creía que si no encontraba pronto a la mujer adecuada, nunca la encontraría, ya que, según ella, estaba buscando de un modo erróneo.

—¿Y tú la creías?

—Sí.

—Entonces, lo único que te puedo decir es que… tuviste mala suerte al darte ese golpe en la cabeza, Pedro —musitó, terminando su vino.

—Eso hizo que cambiaran mis sentimientos.

—No creo. Me inclino a pensar que eres un mujeriego y que Laura ha tenido suerte de haber escapado de tí.

—En eso estamos de acuerdo.

—Sí, ¿Pero ella…?

—En realidad, estaba nerviosa porque me tenía que decir que no podíamos casamos hasta dentro de cuatro meses por lo menos, debido a que tenía que hacer una película lejos de aquí y sólo podría venir a casa los fines de semana —él terminó su copa.

Paula parpadeó.

—¿Otra vez no sabes qué decir?

—Yo… eso no tiene nada que ver conmigo…

—Querida Pau Chaves—dijo, con una sonrisa en los labios—, ¡Tienes una memoria increíble!

—¿Por qué me llamas Pau sólo cuando empleas mi apellido?

—No lo sé muy bien, debe de ser la inspiración.

—Pero ¿Por qué? —insistió, con las mejillas encendidas.

—Me gusta Paula. Creo que te sienta bien y que te llamaré siempre así, a menos que esté bromeando o recuerde que eres Pau para los demás. Será un buen modo de mantener en secreto ciertas cosas que hay entre nosotros…

—Pedro, no creo que pienses de verdad que el hecho de que hayas roto con tu prometida y sepas ahora que no estabas verdaderamente enamorado de ella, sea una carta de recomendación para mí.

Pedro la miró sin decir nada.

—Además —añadió, con sentimiento—, creo que te olvidas de las otras cosas que no me gustan de tí.

Hubo un largo silencio.

—¿Puedo hacerte una proposición?

—¿Cuál?

—Te ofrezco comprar una parte de Wattle Creek con una condición: que seas mi amante.

Ella tomó aire y se levantó bruscamente.

—¡Nunca, nunca, aceptaría algo así!

—Eso resolvería todos tus problemas de una vez, sin embargo. Tu tío viviría para siempre en la casa que ama. Tú podrías hacer lo mismo. Vivirías en el rancho donde está la historia de tu familia, la historia que tanto significa para tí —hizo una pausa y la miró con ironía—. Y también resolverías lo que una vez te obligó a besarme apasionadamente en el río… Siéntate —añadió, con una voz firme, mientras ella se quedaba mirando la botella de vino vacía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario