viernes, 30 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 69

—Me preguntaste una vez que dónde estaba mi casa —dijo Pedro minutos más tarde, mientras permanecían tumbados sobre una manta que habían sacado del coche—. Está aquí, contigo. Y como Wattle y tú son inseparables, también ésta será mi casa.

—Eso es maravilloso —murmuró—, pero no quiero atarte a este rancho.

—¿Qué quieres decir con eso? —quiso saber, incorporándose sobre un codo y mirándola con curiosidad.

—Que nunca más permitiré que un lugar o una casa signifiquen para mí más que cualquier otra cosa. Sencillamente, eso. O, como tú lo dirías, mi casa estará donde esté tu corazón.

Por unos segundos Pedro no supo qué decir.

—¿Crees que estaba intentando impresionarte?

—Claro que no —replicó ella, con inocencia.

—Bueno, pues sí que lo estaba intentando, pero de nuevo me has bajado a la tierra.

Ella se sentó con una sonrisa en los labios.

—¿Puedo decirte algo?

—Por supuesto.

—Una mañana, hace unas semanas, un día antes de nuestro primer… encuentro aquí… —la muchacha hizo una pausa y miró a las copas de los árboles.

El río no estaba tan crecido como aquel día, pero todavía llevaba agua y los pájaros llenaban el lugar con sus sonidos. Fuera de la sombra, el calor era agobiante.

—Lo recuerdo bien —replicó él, sentándose para que sus hombros se tocaran.

Paula alzó los ojos y continuó hablando, con las mejillas levemente enrojecidas.

—Aquella mañana me desperté enamorada de tí —la muchacha hizo una pausa, al notar que él contenía la respiración—. Me dije a mí misma que eso era imposible, que no te conocía casi. Pero sí que sabía que podías ser maravillosamente encantador y sospechaba que muchas mujeres te encontrarían irresistible. Pero eso no me hizo cambiar.

—Paula…

Ella puso la mano sobre la de él.

—Me toca a mí, Pedro. Nada de lo que me dije aquella mañana pudo alterar el hecho de que el mundo se había hecho diferente para mí, un lugar mejor. Me notaba el corazón ligero, como una niña que se enamora por primera vez. Salí al jardín cuando amanecía y recogí un ramo de flores. Y entonces me dí cuenta de que nada podía cambiar lo que sentía por tí.

Pedro suspiró y le pasó un brazo por los hombros.

—Entonces debiste de sufrir una impresión tras otra.

—La verdad es que sí —dijo, apoyando la cabeza sobre el hombro de él—. Me sentía dolida y abrumada por todo. También enfadada, muy enfadada, pero nada cambió. Incluso cuando te dije que no creía que nosotros pudiéramos tener un futuro juntos, seguía estando enamorada de tí. Tanto que no era capaz de soportar que tú pudieras no corresponderme.

—Amor mío, Paula. Yo…

—Te estoy diciendo esto, Pedro, no para hacerte sentir culpable —dijo, con una débil sonrisa—, pero sí para que sepas que eres mi Príncipe Azul. Haces que el aire que respiro sea especial y que sienta vértigo cuando estas a mi lado… Así que no hace falta que me impresiones.

Pedro se quedó callado unos segundos. Luego ambos comenzaron a reír.

—Sólo hay un problema con eso… Debería de llevarte de vuelta a comer sana y salva.

—Me molestaría mucho si no me besaras antes.

—El problema es que a mí se me ocurre algo más.

—¿Crees que esta vez deberíamos quitamos la ropa antes? —sugirió ella, completamente seria, aunque con un brillo malicioso en los ojos.

—Buena idea —replicó—. A propósito, he comprobado que Bonnie está en el establo… podría de repente recordar sus deberes como carabina.

Paula miró a su alrededor asustada.

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