lunes, 19 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 44

—Pero, por otro lado —murmuró ella, sentándose de nuevo, pensativa—, nosotros seguiríamos contando con tu experiencia.

—No podemos estar seguros.

—Sí que podemos —aseguró ella—. ¡Ni siquiera pienses en eso! ¿Por que no puedo seguir llevando la hacienda, siendo tú mi consejero?

Arturo Chaves se reclinó en su silla con gesto cansado. De pronto fijó en ella la mirada.

-¡Mira qué cansada estás, Pau, y sólo han sido dos semanas!

—Eso no es… —ella se detuvo y se mordió el labio, tratando de borrar de su mente la desagradable idea de perder Wattle Creek—. ¿Estás tomando alguna medicación, tío Arturo? ¿Ya tienes fecha para operarte? Eso es lo más importante en este momento.

—Me operaré dentro de tres días, Pau. Ellos insisten en que no puedo retrasarlo más. Y mientras tanto, tengo que tomarme unas pastillas. Se supone que no debo excitarme ni tomar alcohol mientras las esté tomando, ni… Bueno, ni hacer casi nada.

—Lo siento mucho —dijo ella, poniéndose en pie y sacudiendo la cabeza.

—No es culpa tuya, Pau. Debería habértelo dicho antes, pero no sabía cómo.

—Bueno, creo que ahora deberías irte a la cama. Te lo manda una a la que han dicho que es una enfermera maravillosa. Y no te preocupes por mí —le advirtió cariñosamente—, soy tan dura como unas botas viejas. Vamos.

—Quiero comentarte algo más, Pau.

Ella levantó la vista hacia el cielo, en gesto de burla, tratando de divertir a su tío.

—Él va a venir mañana.

—¿Pedro?

Arturo asintió. Ella tragó saliva.

—¿No te pelearás con él?

—¡Santo cielo, no! Y ahora, vamos a la cama.

Ella, una vez que se aseguró de que su tío se había acostado, se fue a su estudio y se puso a recorrerlo de un lado para otro. Pero le era difícil pensar claramente y le sorprendía que lo que más le preocupaba era el hecho de que ellos la hubieran tratado de ese modo. «Hombres», pensó con amargura. «¿Cómo se atreven a tratarme como a una niña? Yo he luchado tanto por este lugar como cualquiera… Bueno, relativamente… ya que sólo tengo veinticinco años, pero llevo ayudando aquí desde los doce». Se sentó finalmente en un taburete y trató de pensar de un modo coherente en Pedro Alfonso. Pero inmediatamente  le llegó el rostro de Laura Foster. «¿Y por qué no me puede elegir a mí?», pensó. «Al fin y al cabo, somos de la misma edad. Pero imagino que ella sería una esposa mucho más adecuada que yo para lucir dentro del mundo de la alta sociedad, además de ser millonaria. Estoy segura de que él lo decidirá todo a su debido tiempo. Además, a mí no me gusta nada ese ambiente social». Y mientras examinaba sus pensamientos, extrañamente, apareció un sonrisa triste en sus labios. «Pero en realidad sé que todo esto no cambia nada acerca de lo que siento por él», meditó. «Bueno, y luego está también la inmensa rabia que siento. No sólo en lo que respecta a Laura Foster, sino también al hecho de que él va a ser el hombre que me eche de Wattle Creek». Se quedó con la mirada perdida durante largo tiempo. Luego estiró la espalda y respiró hondo. «Ya veremos quién gana, señor Alfonso».

No hay comentarios:

Publicar un comentario