lunes, 26 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 60

Fueron a la cocina directamente. Paula había sugerido que podrían ducharse y cambiarse más tarde, mientras las gambas se maceraban.

—No les quites las colas y déjalas con forma de mariposa.

—¿Cómo?

Ella peló una gamba, rajando el centro y dándole la vuelta hacia atrás. Efectivamente, la gamba quedaba con forma de mariposa.

—Así.

—Hmmm… Muy bien, pero va a llevarme un tiempo hacerlo como tú.

—Sí, porque yo, al revés que tú, tengo mucha paciencia. Y yo no soy la que se ha ofrecido a hacer la cena… Así que tómate tu tiempo y pélalas.

—Estoy seguro de que podrías llegar a ser un perfecto tirano, Paula.

Ella aseguró el nudo de la toalla en la que se había enrollado y se puso a preparar los ingredientes para el adobo en la cocina de ensueño de la madre de él.

—Pues ya que lo mencionas, te diré que se me da bien enseñar a la gente, así que te diré como se hace esto también. Se necesita un recipiente —dijo, enseñándole una cacerola de acero inoxidable que había encontrado—. Se echan semillas de sésamo, salsa de soja y se machaca medio ajo. También se puede añadir un poco de vino blanco si se quiere, pero nosotros no lo echaremos.

—¿Por qué no? Podemos bebernos el resto en la cena.

—Me da la impresión de que siempre que nos juntamos acabamos bebiendo. Pero si insistes…

Él sacó de un estante una botella de vino blanco y la abrió.

—La pondré a enfriar una vez eches lo que haga falta a la salsa —luego volvió con las gambas—. ¿Y qué más?

—Bueno, con esto el adobo ya está listo. Ahora prepararé el arroz y la ensalada.

—¿No se quedará frío el arroz?

—Yo lo cocino antes y luego lo caliento en el microondas, justo antes de servirlo. Así está incluso mejor.

—Si sigues enseñándome trucos, llegaré a convertirme en un experto.

Paula no contestó y él se quedó mirándola mientras ella estaba de espaldas. Se preguntó si sabría lo transparentes que eran sus ojos grises. Recordó cómo los había abierto poco antes, mientras estaban tumbados sobre la arena, como si hubiera estado pensando en lo mismo que él. «Pero tarde o temprano, conseguiré que te entregues a mí, Pau Chaves», pensó él. Ella se volvió de pronto y sus miradas se encontraron. Él no dijo ni hizo nada hasta que ella gesticuló de un modo curioso, como si alcanzara un cuchillo para cortar la tensión que había entre ellos.

—Tú pélalas, yo les daré forma de mariposa —murmuró ella—. Si no, nos tiraremos aquí toda la noche.

Media hora después, las gambas estaban macerándose en el adobo y la ensalada y el arroz estaban preparados. Paula se retiró pensativa a su habitación de color azul. Aunque tampoco había pasado nada muy importante, pensó ella. Luego se corrigió a sí misma. Sí que había pasado algo importante. «Nos miramos el uno al otro sin disimulos. Y él sabía perfectamente lo que yo estaba sintiendo. Ambos éramos conscientes de ese campo eléctrico que nos estaba envolviendo con su sensualidad. ¿Cuánto tiempo podré seguir resistiendo?». «Pero todavía no he tenido tiempo de pensar en la ruptura del compromiso de él con Laura ni en su diabólica oferta de convertirme en su amante… Y todavía no he podido hacerme a la idea de que voy a perder Wattle Creek. ¿Qué más podría haber ocurrido en una sola semana?».

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