miércoles, 26 de septiembre de 2018

Polos Opuestos: Capítulo 1

Paula Chaves no había querido desnudarse con un hombre desde que se mudara a Thunder Canyon, Montana. Eso era un problema si querías casarte, y ella quería.

—¿Paula?

La voz profunda de Pedro Alfonso penetró en sus pensamientos y la sacó de su ensimismamiento.

—¿Sí?

—¿Estás bien?

—Claro —se quedó mirándolo, sentado al volante de la vieja furgoneta.  Ambos acababan de terminar de repartir cenas de Acción de Gracias para los más desfavorecidos del pueblo. Habían salido con la comida del Rib Shack, el asador de DJ, y Austin la había llevado de vuelta allí para recoger su coche—. ¿Por qué crees que no estoy bien?

—Estás muy callada. Temía que los vapores de triptófano de tanto pavo te hubieran dado sueño. Eso es más fácil de creer que…

—¿Qué? —preguntó ella.

—Que el hecho de que te aburra hasta dejarte en coma.

 Paula se carcajeó y negó con la cabeza.

—Eres un acompañante fantástico, Pedro, y lo sabes. Ahora solo estás buscando cumplidos.

—Me has pillado —las luces del estacionamiento vacío iluminaban el interior de la furgoneta y su sonrisa era claramente visible—. ¿Entonces no lamentas que te haya tocado yo como compañero hoy?

—No. Ha sido divertido.

Él asintió.

—¿Te arrepientes de haberte mudado a Thunder Canyon?

—No.

Solo lamentaba que Austin no encajara en su perfil masculino soñado, porque era, de lejos, el tipo más interesante que había conocido. Además era muy mono, al estilo Ryan Reynolds, el hombre más sexy del planeta. Si tan solo… Pero desear lo que nunca podría ser era una pérdida de tiempo y eso era algo que ella no tenía.

—¿Qué si me arrepiento de algo? —musitó.

Contemplando a través de la ventanilla los montículos de nieve que había sido apilada a los lados del aparcamiento, recordó la primera tormenta de nieve que hubo varios días atrás. Era precioso, pero hacía frío. Se estremeció y se caló el gorro de lana hasta las orejas.

—Ya no estoy en Texas. Vivir en el frío y la nieve es muy distinto a leer sobre los cambios de temperatura por Internet.

—Te acostumbrarás —le aseguró él—. Hazme caso, la nieve es mucho mejor cuando estás dentro de casa con un buen fuego encendido.

—Tengo una chimenea en mi departamento. Tendré que aprender a usarla —dijo ella.

—Yo he vivido aquí toda mi vida, salvo cuando me fui a la universidad. Eso se traduce en mucha experiencia. Así que, si necesitas ayuda con ese fuego, ya sabes a quién llamar.

¿Estaba sugiriéndole algo? El corazón le dió un vuelco, lo cual resultaba estúpido, y leer entre líneas algo romántico era más que patético. Era una reacción involuntaria que olía a desesperación.

—Supongo que la nieve es el precio que uno paga por vivir en las montañas de Montana y a mí me encantan. Gracias por enseñarme cómo funciona esto hoy, Pedro—se dispuso a abrir la puerta del coche—. Probablemente debería irme…

—¿Qué tal el nuevo trabajo? —preguntó él.

Paula volvió a mirarlo, agradecida por la excusa para quedarse un poco más.

—Está bien. Trabajar para el alcalde es genial. Bernardo Clifton es entusiasta y enérgico. Casi me siento culpable cobrando por hacer la publicidad y la comunicación para su oficina, porque hace que sea muy divertido —se quedó mirándolo a los ojos—. Entre tú y yo, este es el primer trabajo que tengo que no es para mi familia. No me malinterpretes, aprendí mucho en Petróleo Chaves, pero es agradable saber que tengo habilidades comerciales reales y que mi familia no sentía pena de mí.

—No, ahora tengo un trabajo con la empresa de tu familia y sienten pena de mí —contestó él riéndose—. En serio, trabajar para Petróleo Chaves de Montana es una oportunidad maravillosa. Estoy muy agradecido a tu hermano Gonzalo por confiar en mí.

—Él es el afortunado. Encontrar a un chico del pueblo con una formación de ingeniería, un estudiante de doctorado que investiga las alternativas en energías renovables… —la complejidad de lo que Pedro hacía era alucinante. Según Gonzalo, era brillante, innovador y apasionado con las nuevas tecnologías. No solo una cara bonita—. Gonzalo está verdaderamente excitado con las posibilidades.

—Pues ya somos dos.

¿Eran imaginaciones suyas, o Pedro se quedó mirando su boca al decir eso? Probablemente estuviera teniendo visiones. La desesperación provocaba efectos extraños en una mujer.

—Me alegro de que las cosas vayan bien con mi hermano, porque puede ser muy intenso y exigente.

La expresión de Pedro era irónica.

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