miércoles, 5 de septiembre de 2018

Paternidad Temporal: Capítulo 25

–¿Pedro? –Paula lo sacudió con suavidad–. Pedro, acaban de poner en marcha los surtidores.

Él abrió los ojos lentamente y se encontró con una visión mejor que la de la tortilla que había deseado antes. Se preguntó cómo podía estar tan guapa con solo una sonrisa adornando su rostro.

–¿Qué hora es?

–Las seis y media. El dueño ha llegado tarde. Dice que ha pasado toda la noche en vela con su perra. Ha tenido tres cachorros.

–Oh –se enderezó y miró hacia atrás. Los bebés no estaban–. ¿Dónde…?

–Afuera. Empezaron a protestar alrededor de las cinco, así que los saqué y los paseé un poco.

–¿Por qué no me despertaste? Eso podría haber sido peligroso.

–¿El qué?

–Pasear en la oscuridad.

–¿Qué iba a pasarnos? Aparte de una manada de coyotes aullando a lo lejos, no hay mucho de qué preocuparse por aquí.

–Ya, bueno –abrió su puerta y sacó un pie fuera–. Pero tendrías que haberme despertado.

Los bebés estaban en su cochecito, a unos tres metros de distancia, bajo el porche de la tienda. Los tres bebían de sus biberones.

–Admítelo. No soportas que hayamos sobrevivido la noche sin tu ayuda.

–Eso es una bobada –Jed metió la mano bajo la camiseta y se rascó la tripa–. Sabía que estarías bien –no dijo que por eso había simulado que dormía hasta que se durmió por accidente.

Tenía que llegar a la cabaña lo antes posible. Le costaba creer que había vuelto a fallar quedándose dormido. Pero al menos Annie lo había despertado tal y como había prometido. Unas horas antes había deseado tener a alguien que lo ayudara, y lohabía encontrado en la diminuta y perfecta señorita Paula Chaves. Se preguntó si podía contar con ella para más cosas. Y si se atrevería a intentarlo.

–¿Y bien? –ella se puso las manos en las caderas–. Estoy esperando.

–¿El qué?

–¿Una disculpa?

A él le pareció que estaba preciosa. El sol del amanecer iluminaba sus rizos. Sus ojos y su piel resplandecían sin necesidad de maquillaje. Dejándose llevar por su instinto, sin valorar el resultado de sus acciones, Pedro le dió a Paula un beso de buenos días. Al mirarla a ella y a sus sobrinos, empezó a parecerle una buena mañana. Estaban bien y en muy pocas horas sabría que su hermana estaba a salvo. Entonces empezaría a trabajar en salvarse a sí mismo. Se abriría a Paula Chaves.

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