miércoles, 12 de septiembre de 2018

Paternidad Temporal: Capítulo 39

Pero del dicho al hecho hay mucho trecho. Ya fuera por la altitud, o porque no estaba tan en forma como en otros tiempos, Pedro se sentía a punto de derrumbarse. Tal vez no había sido buena idea correr para ganar tiempo. Además, había tropezado y dejado caer la botella de agua contra una roca puntiaguda que había pinchado el plástico. Aunque nunca lo admitiría ante ella, Paulahabía tenido razón. Tendría que haberse llevado dos botellas. Estaba doblado por la cintura, con las manos apoyadas en las rodillas, cuando oyó el mejor sonido del mundo: el de un motor que iba hacia él. Alzó la vista y vio el coche patrulla de su buen amigo Carlos. Dió gracias al cielo.

–¿Pedro? –gritó Carlos por la ventanilla–. ¿Qué diablos estás haciendo?

–¿A tí qué te parece que hago?

–Tener un infarto junto al arcén –Carlos soltó una carcajada–. Sube.

–Gracias –Pedro subió al asiento del pasajero.

–¿Quieres una? –Carlos sacó una lata de refresco de uva de una neverita portátil.

–¿Sigues bebiendo esa porquería?

–¿No la quieres? –Carlos apartó la lata.

–Claro que sí –Pedro abrió la lata–. Ahora mismo, sería capaz de beber aceite de motor si estuviera frío –se bebió media lata de un trago–. Es una suerte haberme encontrado contigo. ¿Qué haces aquí arriba?

–No es suerte –Carlos arrancó y puso rumbo hacia la cabaña–. Hablé con Luciana esta mañana.

–¿Mi hermana Luciana? –Pedrose atragantó.

–Esa misma.

–¿Te dijo por un casual adónde había huido para que vaya a buscarla y le…?

–Eh, amigo. Tranquilo. No es lo que tú crees.

–Se marcha y deja a sus niños como si…

–Calla. Te he dicho que no es lo que piensas.

–¿Y qué es? ¿Se ha ido con otro hombre?

–Está en el hospital.

–¿Qué ha ocurrido? –a Pedro se le encogió el estómago–. ¿Está bien?

–No es ella, es Marcos. Quería adelantar una de sus citas para ganar tiempo, pero se quedó dormido al volante y chocó contra un roble. Luciana dice que intentó llamarte y no estabas. Luego ocurrió algo con las líneas telefónicas del hospital. El caso es que está a salvo y Marcos está mejor. Ha estado loca de preocupación por los bebés –Carlos  miró a Pedro con fijeza–. Mira, conociendo la reputación de Luciana, me tomé la libertad de llamar a Daniel, tu colega de Pecan, y la historia coincide. Ha estado intentado localizarte desde que encontró tu camioneta en el aeropuerto de Tulsa. Pedro, Luciana no miente, no estaba huyendo.

Pedro se llevó la mano a la frente. No podía ser que estuviera ocurriendo eso. No podía haber metido la pata de esa manera. Golpeó la cabeza contra la ventanilla.

–Deja que lo adivine –Carlos se reía con tanta fuerza que se ahogaba–. Tenías que encontrarla tú, ¿No es eso? No podías confiar en que lo hiciera otra persona, ¿Verdad?

Pedro oyó a su supuesto amigo aullar de risa.

–Bueno, al menos te he visto. Hacía mucho que no venías. Martina se pondrá contentísima, tendrás que dejar que cocine para tí esta noche. Sabes cuánto le gusta dar de comer al personal.

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