miércoles, 19 de septiembre de 2018

Paternidad Temporal: Capítulo 55

De vuelta en la cabaña, mientras cenaban sándwiches, patatas y pepinillos gigantes, Paula miró su huevo de Fabergé.

–Aún no me creo que me lo haya dado. Tiene que costar una fortuna.

–Solo es dinero –Pedro se encogió de hombros–. Alfredo estaba loco por su esposa, aunque no siempre se lo demostrara. Era una rubia. Sospecho que se la recordaste, o te habría ganado las cinco partidas, en vez de dejarte ganar.

–Oh, ¿Crees que me ha dejado ganar?

–Es lo que he dicho, ¿No? –se limpió la boca con una servilleta de papel–. Martina y yo no te dijimos que, aunque tú seas muy buena, él es de los mejores en el ranking nacional.

–¿Así que todo el día ha sido un montaje?

–Ese era el plan –admitió él–. ¿Quién iba a adivinar que le gustarías a King? Odia a todo el mundo –Jed, por encima de la mesa, entrelazó los dedos con los de Annie–. ¿Quieres ser parte de mi jardín? Voy a seguir el consejo de King y a cuidar de mis flores muy bien –agitó las cejas.

–Bestia.

–Seré tu bestia, si me aceptas.

–Sí, pero ¿Cuánto tiempo? –susurró ella. Le sorprendió haber hecho esa pregunta sin más.

–¿Cuánto tiempo quieres?

–Estás hablando en círculos.

–Tú también –dijo él tocándole los labios.

Paula cerró los ojos y se concentró en bajar la velocidad de su pulso. El hombre tenía mil caras. Acababa de mostrarle una romántica y dulce, que adoraba tanto como las demás.

–¿Crees que soportarías ser mi flor un mes?

Ella, incapaz de hablar, asintió.

–¿Y qué me dices de dos?

Ella asintió de nuevo.

–¿Quieres ser mi pareja en la fiesta de Año Nuevo de Alfredo? Podríamos ir justo después de Navidad. Esquiar en Copper y… –se obligó a callar–. Ya estoy otra vez. Planeando tus vacaciones sin pensar en que tienes obligaciones familiares.

–Sí. Mi abuela.

–Entonces, ¿No querrás verme en Año Nuevo?

–Creo que deberíamos trabajar en nuestras destrezas comunicativas – Paula arrugó la nariz.

–Eso sin duda, pero aún no me has dicho si me harás un hueco en tu agenda de vacaciones.

Ella le rodeó el cuello con los brazos y posó los labios en los suyos, contestando de la forma más clara que conocía… Sí: al esquí, al Año Nuevo y a casi cualquier otra cosa que pudiera ofrecerle.

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