viernes, 7 de septiembre de 2018

Paternidad Temporal: Capítulo 28

Tal vez podría manejar unos cuantos besos, pero por dentro se sentía como queso fundido. Incapaz de hacer otra cosa que amoldarse a él. No sabía si se sentía atraída por él o por una imagen idílica. Quizás lo veía como un buen padre de tres niños. Una buena pareja para ella. Pero en realidad, eran dos desconocidos. No sabía nada de él. Él no sabía nada de ella. Y quería saberlo todo. Quería conocerlo espiritual e íntimamente. Como solo una esposa podía llegar a conocerlo.

–¿Paula? –empezó a besarla de nuevo, pero ella se apartó–. ¿Te he ofendido? Si es así, lo siento. No pretendía…

–Por favor –deseó tocarle el brazo, pero se contuvo–. Este beso, todos ellos, han sido agradables. Más que agradables. Pero quizá sería mejor ofrecer una imagen platónica a los bebés.

–¿Saben de besos a su edad? –Pedro alzó las cejas.

–No, pero… Venga, come. La tortilla se va a enfriar del todo.

–Te he molestado, ¿Verdad? Lo sabía.

–¿Qué sabías?

–He ido demasiado rápido. Probablemente tengas razón en lo de ir con calma delante de los niños. Pero te lo advierto: en cuanto recojamos a esa hermana mía, iniciaré en serio la conquista.

Mientras la furgoneta devoraba kilómetros, Paula  intentó dormir. Pero la palabra «conquista» no dejaba de resonar en su cabeza. Tendría que haberle dicho a Pedro que no quería salir con nadie por el momento, pero no había podido. No le interesaba una relación casual, pero ¿Una conquista? Eso era otro tema. La anticuada palabra implicaba pasear de la mano por los parques de Pecan y montar en barca. Recibir ramos de rosas. Hablar por teléfono antes de acostarse. Compartir palomitas en el cine.

–Solo un par de horas más –dijo Pedro, sacando a Paula de su ensimismamiento sobre lo que ocurriría después del cine.

–¿Para qué? –preguntó, enrojeciendo.

–¿Estás bien? –la miró con curiosidad.

–Sí, muy bien –se alegró de que los hombres no hubieran aprendido a leer la mente femenina.

–Vale. Lo que decía es que estaremos en la cabaña dentro de dos horas.

–Fantástico.

Paula pensó que tras recoger a Luciana al menos tendrían carabina en el camino de vuelta. De repente, recordó que Luciana había ido a la cabaña en la camioneta de Pedro. Si volvía a casa en su furgoneta, con los bebés, Paula viajaría sola con Pedro en la camioneta.  En el asiento de atrás, Joaquín gimió con desconsuelo. Paula se dió la vuelta y movió su sillita. Sin éxito.

¡Buaaa bua buaaaaaaaaaa!

–Tan cerca, pero tan lejos –Pedro suspiró.

Camila se unió al concierto. Y luego Mateo.

–Lo siento –Paula dió un golpecito compasivo en el hombro de Pedro–. Me temo que el viaje se alargará un poco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario