viernes, 14 de septiembre de 2018

Paternidad Temporal: Capítulo 45

–Ya, bueno, pues acostúmbrate. Me cuesta creer estar admitiendo esto, Pedro Alfonso, pero desde el primer momento en que te ví, no he dejado de pensar en lo fantástico que sería estar en tus brazos. Yo también tengo un pasado. Y en lo profundo de mi ser, algo me dice que solo un hombre tan honorable como tú puede sanarme. Conseguir que vuelva a sentirme completa.

–¿Qué te ocurrió? –preguntó él, tomando su rostro entre las manos.

De repente, ella empezó a reír y a llorar. A besarlo. A enredar los dedos en su cabello.

–Sáname, Pedro. Por favor.

Pedro no dejó de mirarla excepto en el momento en que se sacó la camiseta por la cabeza.

–Oh, diablos –masculló de repente.

–¿Qué?

–Protección. Es decir, sé que estoy sano, pero no soy de esos que llevan preservativos en la cartera.

–Está bien –dijo ella–. Tomo la píldora, y también estoy sana –se llevó los brazos a la espalda para desabrocharse el sujetador. Cuando sus senos quedaron libres, observó a Pedro tragar aire con admiración.

–Si hubiera sabido lo que escondías bajo esas camisetas –dijo él–, habría intentado librarte de ellas hace mucho tiempo.

–Solo hace unos días que nos conocemos.

–Cierto. Unos días de pura agonía –restregó la boca por su cuello, provocándole unos deliciosos escalofríos–. ¿Crees que no te he deseado? Si no hubiéramos tenido a los hijos de mi hermana, te habría atacado dentro de esa maloliente vaca de latas de cerveza.

–Lo hiciste.

–¿Qué hice?

–Me atacaste.

–¿Te refieres a ese ridículo besito? Nena, eso no fue nada. No te vas a creer lo que tengo reservado para tí.

–Mmm… estoy deseando verlo.

No tuvo que esperar mucho. Pedro se levantó y la llevó al dormitorio en brazos. La dejó en la cama y se  tumbó a su lado.

–¿Quieres saber por qué me levanté tan temprano este mañana?

Ella asintió.

–Porque estar tumbado a tu lado me excitaba tanto que estaba a punto de explotar. Era más fácil levantarme que seguir allí, duro como una piedra.

–¿Quieres saber por qué no quería despertarme esta mañana? –preguntó ella. Se sentó sobre su cintura y depositó un ristra de besos en su pecho.

–Diablos, sí, quiero.

–Porque quería acurrucarme junto a tí pero sabía que no debía hacerlo.

–¿Por qué no?

–No estaba segura de si te gustaba yo, o si solo tenías miedo de no poder con los bebés tú solo.

–¿Estás loca? –Pedro le dió la vuelta para ponerse encima. Encendió la lámpara de noche–. Quiero que me mires a los ojos mientras digo esto. Paula Chaves, eres lo más. Dulce, guapa y divertida. Que se te den bien los niños solo es un plus adicional.

–¿En serio? –preguntó ella, temiendo dar crédito a sus oídos–. ¿Lo dices de verdad?

–Claro. ¿A qué viene esa súbita inseguridad? –jugueteó con uno de sus rizos–. ¿Tiene algo que ver con esos malos tipos con los que solías salir?

Ella asintió.

–Bueno, pues ahora estás conmigo. Y te prometo que no tendrás que volver a preocuparte de nada.

La promesa era otro intento de controlar cosas que estaban fuera de su control, pero, al menos por el momento, Paula optó por ignorar su desliz. Además, era difícil regañarlo cuando sus caricias le estaban robando la capacidad de pensar.

1 comentario: