miércoles, 19 de septiembre de 2018

Paternidad Temporal: Capítulo 54

Cuatro horas y cuatro partidas después, Paula ganaba ochenta dólares, a pesar del tronar de los acordeones que emitían unos altavoces ocultos.

–Me siento fatal llevándome su dinero –le susurró Paula a Pedro mientras Alfredo estaba en el cuarto de baño–. ¿Tiene ingresos fijos?

–Es multimillonario –Pedro soltó una risita–. Era un tipo importante de Wall Street antes de dedicarse a la minería.

–¿Lo dices en serio?

–¿Has visto lo que hay sobre la chimenea?

Paula miró en esa dirección y vió lo que había supuesto que era una reproducción de un Van Gogh.

–Estás de broma –dijo, yendo hacia la chimenea. De cerca los colores resplandecían.

–Tiene un Monet encima del inodoro –dijo Pedro–. No sé si te diste cuenta cuando fuiste a contestar el teléfono, pero el Gauguin que hay sobre mi cama es auténtico. Martina y Alfredo estaban discutiendo sobre arte un día y ella mencionó que me gustaba mucho ese cuadro. Lo recibí por mensajero el día de mi cumpleaños. Martina me dijo que se le compró a un museo. A un lado de la mina tiene una bodega llena de champán. Cuando llega Año Nuevo, es de lo más popular. Sabe organizar una buena fiesta.

–Suena divertido –dijo Annie–. Me encantaría asistir si… bueno, ya me entiendes –se metió las manos en los bolsillos y volvió a la mesa.

–¿Si seguimos juntos? –aventuró Pedro.

Ella se encogió de hombros.

–¿Quieres que sigamos juntos?

–¿Cómo voy a saberlo? –contestó ella, simulando indiferencia a pesar de tener el pulso desbocado y un nudo en el estómago–. Apenas nos conocemos.

–La otra noche no parecíamos desconocidos –se acercó y deslumbró a Paula con su sonrisa.

Teniéndolo tan cerca, tan guapo, encantador y divertido, ella no supo qué responder. Por suerte, no tuvo que hacerlo porque volvió Alfredo.

–Una partida más, Ricitos. Doble o nada. ¿Qué dices?

Por lo que había descubierto de él, Paula sospechó que podía ser una trampa. Pero ciento sesenta dólares compraban mucha pintura.

–No sé –dijo–. Eso es mucho dinero.

–¿Tienes miedo?

–No, pero soy maestra de preescolar. Es un trabajo satisfactorio, pero no demasiado lucrativo.

Él gruñó y fue en la silla hacia un viejo archivador de metal; abrió el cajón inferior, sacó algo, cerró el cajón y volvió.

–¿Y si endulzo la apuesta con esto? –sacó un huevo enjoyado de un saquito de terciopelo.

«¿Fabergé?», Paula tragó saliva.

–¿Eso es lo que creo que es?

–Bah –él agitó la mano con indiferencia–. Tengo tres más guardados en algún sitio. A mi esposa le gustaban mucho.

–¿Falleció?

–He oído que los Broncos van a tener una gran temporada –intervino Pedro , tras una tosecita.

–Esa mujer mía dijo que pasaba demasiado tiempo bajo tierra y no el bastante con ella. Me dejó. Se casó con un cantante de club nocturno, en Fénix – miró a Pedro y farfulló–. Si alguna vez comentas que he dicho esto, lo negaré, hijo, pero cuando sean pareja, no pases demasiado tiempo en el trabajo. Haz lo suficiente para pagar las facturas, pero acuérdate de cuidar de tus flores.

–Mis flores, ¿Eh? –Pedro le guiñó un ojo a Paula–. ¿Eso significa que tendré más de una?

No hay comentarios:

Publicar un comentario