miércoles, 30 de mayo de 2018

No Estás Sola: Capítulo 35

—Ojalá hubiese podido conseguir más, pero me encontré con la historia demasiado tarde. Las pistas estaban empezando a desaparecer —se lamentó—.En fin, será mejor que me vaya —dijo, pero no parecía tener muchas ganas de hacerlo—. ¿Podemos vernos mañana? Me gustaría volver después del programa, pero no sé a qué hora acabaremos.

Su ofrecimiento le resultaba mucho más tentador de lo que él se imaginaba, seguro. Sería tan fácil abrirle de nuevo la puerta de su vida y recibirlo con los brazos abiertos, del mismo modo que ya lo había recibido en su cama..., pero con ello solo conseguiría un dolor que no estaba preparada para soportar.

—Me parece que no. Tengo que marcharme mañana.

—¿Adónde vas?

La complacía saber que no le hacía gracia que se marchara.

—A Melbourne. Quiero alquilar un coche para ir a Phillip Island a echarle un vistazo a la casa, y si me gusta, a lo mejor me quedo unos días. Luego, más adelante, me instalaré allí durante un tiempo para empezar con el libro.

—Preferiría que no te marchases de Sidney hasta que haya hablado con Matías Ellison.

—¿Para qué? ¿Para demostrar que yo tenía razón desde el principio y que ha sido algún familiar quien ha dejado la flor en el lugar equivocado? Olvídalo, Pedro. Esto tiene que ver con nuestro hijo, y no con la historia que has publicado, y que andes revolviéndolo todo solo me sirve para avivar todos los recuerdos. Y eso duele.

No pretendía reaccionar así, pero de pronto su respiración se volvió entrecortada y los ojos le ardieron. Se dió la vuelta y se aferró al borde de la mesa.

—No, por favor, Paula. No quiero hacerte daño.

Ella siguió dándole la espalda.

—Pues lo estás consiguiendo. Ojalá no te hubiese llevado a ver la placa.

—Te olvidas de algo, y es que eso también tiene que ver conmigo.

Se dió la vuelta echando fuego por los ojos, pero las palabras que iba a lanzarle murieron en sus labios al percibir un innegable dolor en sus ojos. Debía estar muy cansado para dejar que se le notara.

—Ya. Pretendes devolverme la pelota por no haberte hablado de todo esto en su momento, ¿Verdad?

Un segundo y volvía a ser Pedro Alfonso, el periodista de acero. Aunque así era más fácil tratar con él, prefería al otro Pedro, que tenía sentimientos que ella podía tocar. También tenía que reconocer que ese otro Pedro sería más fácil de amar y mucho más  difícil de dejar. Seguramente debería alegrarse de que apareciera muy de tarde en tarde.

—Eso es una tontería, y tú lo sabes.

—Llámalo como quieras, pero no podrás dejar de sufrir mientras sigas aferrándote a cualquier risibilidad. Eso solo sirve para alargar el proceso.

Él asintió con frialdad.

—Puede que tengas razón, pero quiero hacer esto a mi manera.

Paula estuvo a punto de echarse a reír.

—Tú siempre lo haces todo a tu manera.

Pedro se acercó.

—No te vayas aún a Phillip Island. Espera unos días más.

Si esperaba unos días más, seguramente terminaría por no ir.

—Ya tengo el billete de avión reservado.

—Entonces, dime al menos cómo puedo localizarte.

Ojalá tuviera el valor para decirle que no quería que la localizara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario