viernes, 4 de mayo de 2018

Mi Salvador: Capítulo 53

—No  hace  falta  que  seas  tan  cortés.  Sé  que  se  suponía  que  esto  iba  a  ser  temporal. Además, estaba pensando en ir a ver un par de departamentos el sábado.

Pedro sintió  un  nudo  en  el  estómago  al  ver  confirmada  su  sospecha  de  que pensaba mudarse.

—No  seas  ridícula  —le  dijo—.  ¿Para  qué  vas  a  gastar  dinero  en  un  departamento  cuando aquí tienes tu propia habitación?

—No quiero molestarte más.

—Pau,  ¿Qué  te  ocurre?  —preguntó  él,  ocultando  apenas  su  impaciencia—. Pensaba que nos las arreglábamos bien.

Ella lo miró con expresión culpable.

—Lo  siento.  Tú  te  has  portado  maravillosamente.  Pero  noto  que  te  estoy  imponiendo mi presencia. Debo volver a vivir por mi cuenta.

—¿Por tu cuenta? ¿O lejos de mí?

Ella se levantó precipitadamente.

—Tengo que irme a trabajar. ¿Podemos hablar de esto en otro momento?

Salió rápidamente de la habitación, sin esperar respuesta. Pedro la siguió con la mirada.

—¿Pero  qué  demonios  le  pasa?  —murmuró  cuando  ella  desapareció.  Agarró  el  teléfono y marcó el número de Nadia—. Tengo que hablar contigo —le dijo cuando esta respondió.

—De acuerdo, habla, pero si es sobre Sergio, pierdes el tiempo.

—No es sobre Sergio, aunque podría darte una conferencia sobre ese tema. Pero lo dejaremos para otro momento. ¿Tienes idea de lo que le pasa a Paula?

 —¿A  Paula?  ¿Es  que  le  pasa  algo?  —preguntó  Nadia,  en  tono  sinceramente  preocupado.

—Eso es lo que te he preguntado. Desde que salimos los cuatro juntos, está muy rara. ¿Tú sabes qué le pasa?

—Tal vez —contestó Nadia, pensativa—. Pero, primero, deja que te pregunte algo. ¿Estás enamorado de ella?

—Me preocupo por ella —dijo él.

—Eso no es lo mismo, ¿No?

 —No. ¿Adonde quieres ir a parar?

—Paula es una buena persona, Pedro. No juegues con ella.

—Por  el  amor  de  Dios,  Nadia,  yo no  estoy  jugando  con  ella.  No  entiendo  lo  que  pasa entre nosotros. ¿Y cómo voy a averiguarlo, si ella me evita?

—¿Eso hace?

—A mí me parece que sí. Sigue en mi casa, pero apenas me habla. ¿He dicho algo que la haya ofendido?

—Estás realmente preocupado, ¿Verdad?

—Por supuesto que lo estoy. Por eso te he llamado.

—Bien, entonces, te diré lo que sé. No estoy del todo segura, pero creo que tiene que ver con tu trabajo. El día que nos vimos estuvimos hablando del miedo que me da la carrera de Sergio. Paula parecía igual de preocupada por tí. Al parecer, acababa de darse cuenta de que te juegas la vida continuamente.

—¿Mi trabajo? —repitió Pedro con incredulidad.

—No puedo decirlo con certeza, pero creo que sí.

Él gruñó. Podía prescindir casi de cualquier cosa. ¿Pero qué demonios se suponía que tenía que hacer con su carrera? Él amaba su profesión. Formaba parte de él. Nadia debía  de  estar  equivocada.  Probablemente  estaba  proyectando  en  Paula el  miedo  que  sentía por Sergio. Decidió  abordar  directamente  la  cuestión,  sin  esperar  al  día  siguiente.  Lo  haría  esa misma noche.

Al  volver  del  trabajo,  Paula se  encontró  la  casa  iluminada  con  velas  y  la  cena  calentándose   en   la   cocina. Picadillo, judías negras y arroz.   Pensó que debía  agradecerles la comida a la señora Alfonso o a Sonia. Pero no estaba segura respecto a las velas. Justo  en  ese  momento,  Pedro salió  del  cuarto  de  baño  con  una  toalla  anudada  alrededor  de  la  cintura  y  el  pecho  y  el  cabello  todavía  mojados  por  la  ducha.  No  era precisamente  una  imagen  tranquilizadora.  Su  precaria  determinación  de  combatir  la  atracción  que  sentía  recibió  un  duro  golpe,  sobre  todo  cuando  los  labios  de  Pedro se  curvaron lentamente en esa irresistible sonrisa suya.

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