—¿Eso es todo? ¿Solo «qué bien» y «adonde vamos»?
Ella lo miró, perpleja.
—¿Es que quieres que me ponga a discutir?
—No, pero como normalmente lo haces...
—¿Te refieres a que normalmente me das órdenes, en vez de preguntarme por mis preferencias?
Él sonrió.
—Exactamente.
Ella se echó a reír.
—Para una vez que tu arrogancia coincide con mis deseos, ¿Para qué perder el tiempo discutiendo? Yo no discuto porque sí.
—Tiene gracia. Empezaba a pensar que sí —murmuró él, olvidándose por un momento de que no bastaba con bajar la voz para evitar que ella entendiera lo que decía.
Para enfatizar su error, ella le tocó los labios.
—Te he visto.
Su caricia, aunque ligera y suave, despertó todo el deseo latente que Pedro llevaba días reprimiendo. La atrajo hacia sí y su boca se cerró sobre la de ella justo cuando Paula dejaba escapar un ligero gemido de sorpresa. Solo vagamente se dió cuenta de que ella no se resistía, de que ni siquiera intentaba protestar. Estaba demasiado perdido en su sabor, en la forma en que el cuerpo de Paula se amoldaba al suyo, en cómo se apretaba más fuerte contra su inmediata erección.Dios santo, aquella mujer era una bruja. Fría y serena un momento, lo ponía al borde del frenesí sin. que Ricky apenas pudiera reaccionar y, al siguiente, se volvía toda fuego y tentación. ¿Cómo iba a tratar con una mujer que podía cambiar de humor en un abrir y cerrar de ojos? ¿Con mujer que parecía un ángel y besaba como una diablesa?En ese momento, habría dado todo lo que poseía por tomarla en brazos, llevarla a la cama y aprovecharse de todo lo que ella le ofrecía. Dudaba que ni siquiera su voluntad de hierro y su sentido del honor pudieran disuadirlo. Solo el recuerdo del compromiso con su mejor amigo tiraba de él, hasta que finalmente la soltó, suspirando.
—Uno de estos días vamos a tener que poner fin a esto —dijo, jadeando.
—Ahora es tan buen momento como cualquier otro —dió ella, con expresión aturdida y esperanzada.
—Sergio nos está esperando.
Ella lo miró, confusa.
—¿Sergio? ¿Qué tiene que ver con esto?
—Por fin ha convencido a su ex mujer para que salga con él.
—¿Y?
—Ella solo irá si vamos nosotros.
Paula lo observó fijamente, fascinada.
—¿Y por qué?
—Tiene más interés en conocerte a tí que en salir con Sergio.
—Vamos a ver. Están divorciados, ¿No?
Pedro asintió.
—Entonces, ¿Por qué quieren salir juntos?
—Según mi madre, todavía se quieren.
—¿Y tú qué crees?
—Estoy seguro que él todavía la quiere. No he hablado con Nadia, pero mi madre dice que el sentimiento es mutuo.
—¿Pero por qué diablos se divorciaron entonces?
—Porque son demasiados tozudos para llegar a un acuerdo. Ella quiere que Sergio deje el trabajo de bombero y se ponga a trabajar en la empresa de su padre. Y a él le gusta su trabajo tanto como a mí. A los dos nos encanta el peligro.
El color pareció huir de la cara de Paula. Se giró rápidamente y se dirigió a la puerta, pero Pedro comprendió que algo iba mal.
—Voy a arreglarme —dijo ella, con voz demasiado tranquila, demasiado sumisa.
Pedro la sujetó por la muñeca.
—Eh, ¿Qué te ocurre?
—Nada —dijo ella, tensa.
—Pau, dímelo. Hace un momento tenías un montón de preguntas sobre Sergio y Nadia, y ahora te comportas como si le hubiera dado una patada a tu osito de peluche.
Ella sacudió la cabeza.
—No tiene importancia. Será mejor que nos demos prisa, si vamos a vernos con tus amigos.
Pedro la dejó ir. Pero tuvo la sensación de que no podría librarse fácilmente de las preguntas que había suscitado su extraño comportamiento. Sospechaba que las respuestas eran más importantes de lo que imaginaba.
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