miércoles, 16 de mayo de 2018

No Estás Sola: Capítulo 2

Un ejecutivo muy joven, pensó.

—La fundación nos ayudó a mi esposa y a mí cuando nació nuestro primer hijo. Un incendio destruyó todo lo que mi esposa había preparado para el bebé, incluida su habitación.

Aquella vez la sonrisa de Paulafue auténtica, una sonrisa llena de satisfacción.

—Es usted Javier  Jessman, ¿Verdad? —el joven asintió—. Recuerdo haber visto la
noticia del incendio en televisión.

—No sé cómo se las arreglaron para intervenir tan rápido. Creo que no habríamos tenido el valor suficiente para pedir ayuda, pero nada más salir la noticia en el telediario, la fundación apareció con todo lo que podíamos necesitar. Mi esposa no sabía qué decir. Les escribimos una carta de agradecimiento, pero me alegro de tener la oportunidad de darle las gracias en persona.

—Yo no puedo atribuirme ese mérito. Tras la fundación hay un gran grupo de diseñadores de moda y personas de la industria de la moda.

—Que obtienen una estupenda publicidad, de paso —intervino alguien.

Al oír la voz grave de Pedro, no pudo reprimir un escalofrío. Le recordaba demasiado
a los cumplidos que le dedicaba y que ella agradecía, a las sugerencias susurradas a la
luz de la luna y a las promesas hechas a través del teléfono. Promesas que después quedarían rotas, se obligó a recordar. Pedro no había cambiado.

Su columna, «Diferencias de Opinión», seguía versando sobre el aspecto negativo de la naturaleza humana. Una vez le preguntó por qué prefería el lado oscuro de los seres humanos, y él le contestó que porque la bondad no vendía periódicos. Aquel fue el punto de inflexión en su relación. Ella creía que había que sembrar para recoger, y Pedro creía que había que pelear para conseguir lo que se deseaba. Y había decidido no luchar por ella. Ni siquiera con el bebé lo habría hecho. Se obligó a volver al presente, pero no era tarea fácil. Nunca había querido a un hombre del modo en que lo quería a él, y no dejaba de impresionarla lo mucho que le dolía volver a verlo, sentir su mirada sobre ella, diseccionándola como si fuese el escalpelo de un forense. O el cuchillo de un carnicero. La carne no, los dulces, le había dicho él en una ocasión. Le había contado cómo de pequeño solía pegar la nariz a los escaparates de las pastelerías para comerse con los ojos todos los dulces, ya que no podía hacerlo de otro modo.

-Contigo, Paula, me siento como si por fin me hubiesen dado las llaves de la pastelería, le dijo la primera vez que hicieron el amor.

Qué pena que se la hubiese comido para escupirla después. Volvió a respirar hondo y aflojó los puños. En condiciones normales, podía calibrar a la audiencia con un par de miradas, de modo que podía decidir qué tono tomar en la presentación, pero aquella noche sus pensamientos nadaban en el caos. Aunque el público era masculino en dos terceras partes, Pedro podría haber sido el único hombre de la sala, ya que toda su atención estaba centrada en él.

—Es cierto que los diseñadores se benefician de la publicidad —le contestó, sorprendida de poder parecer tan tranquila—. Pero los niños necesitados son los verdaderos beneficiarios de nuestro esfuerzo, y esta noche quiero mostrarles cómo pueden unirse a nuestra causa y ayudarnos para que podamos marcar un antes y un después en sus vidas.

Había captado su atención, pensó. Los ejecutivos solían responder bien a la información basada en hechos, mientras que apelar a sus emociones era el modo más rápido de asustarlos, de modo que enfocó aquella presentación de un modo muy práctico, exponiendo casos como el de Javier, para que pudieran imaginarse cómo sería su participación en un caso real.

Seguramente, en Pedro no habría causado él mismo impacto. Su propia experiencia lo había vuelto muy cínico en lo que se refería a organizaciones benéficas. Recordó la noche en que se había enterado de su pasado. Quería que la acompañase a una recogida de fondos para un programa de familias de acogida y él le había dado esquinazo, aunque sin entraren detalles. Así que había insistido. A Pedro nunca le había hecho gracia hablar de su familia y Paula se preguntó si no habría dado en el blanco al preguntarle aquella noche:

—Zeke, ¿Tienes alguna experiencia con familias de acogida?

—Una experiencia amarga —contestó, y se le ensombrecieron los ojos—. Mi madre tenía solo diecisiete años cuando alguien la emborrachó en una fiesta. Cuando se despertó, estaba en la cama con un chico mayor que ella de quien no sabía ni el nombre. Cuando se enteró de que estaba embarazada, su familia la desheredó, y ella no fue capaz de seguir adelante sola.

A Paula se le encogió el corazón.

—¿Te dió en adopción?

—Ojalá. Me dejó con una familia de acogida para que cuidaran de mí mientras ella se organizaba y podía llevarme a vivir con ella.

—Por lo menos puedes decir que te quería lo suficiente para volver a buscarte.

—Puede que me lo hubiera creído la primera vez, pero a la tercera ya fue un poco
más difícil.

—Pedro... —el corazón se le encogió por el niño que fue una vez y cuya confianza había sido traicionada de ese modo. No era extraño que se mostrase reacio a manifestar afecto—. ¿Y la familia de tu madre?

Apartó la mirada.

—Su padre era un tipo muy religioso que no quiso saber nada ni de ella ni de mí. Solo intenté verlo una vez, para decirle que su hija había muerto en un accidente de coche, pero me dejó muy claro que no tenía por qué haberme molestado.

—Él se lo perdió —contestó ella con firmeza, tomando su mano. Tenía los dedos helados—. Estoy segura de que ahora lo lamentará.

—Pues ya es demasiado tarde. Ahora ya sabes por qué me opongo a algo que me hizo más mal que bien. Si un padre entrega a su hijo en adopción, al menos todas las partes saben a qué atenerse.

Para Paula, las cosas no eran siempre tan simples, pero sabía que era inútil discutir con Pedro cuando tenía algo claro. Y quizás ella hubiera sentido lo mismo de haber pasado por esa situación siendo tan joven. También entendió entonces por qué él se había resistido tan enconadamente a hacerle promesas. Su vida era maravillosa tal y como era, según él. ¿Por qué estropearlo todo?

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