viernes, 25 de mayo de 2018

No Estás Sola: Capítulo 24

Era como si no se hubieran separado, pensó Paula, sorprendida. Durante el largo año de espera, porque eso era lo que había sido, se había preguntado muchas veces cómo sería si volviese. Y ahora que ya estaba a su lado, resultaba aún mejor de lo que se había imaginado. En la enloquecedora exploración de los sentidos, había pasado por alto uno: el oído. Un sentido del que estaba disfrutando en aquel momento tumbada junto a él, oyendo latir su corazón y el de ella. Con cuidado de no molestarlo, se incorporó levemente para mirarlo. Estaba de cara a ella, con los ojos cerrados. Incapaz de contenerse, deslizó una mano por su costado duro y musculoso y sintió un estremecimiento en respuesta.

Pedro abrió los ojos.

—Sigue haciendo eso y no nos levantaremos de aquí en todo el día.

—¿Te importaría?

—Yo siempre estoy dispuesta.

Ella sonrió.

—¿Tan pronto?

Él intentó mantenerse serio, pero en los ojos le brillaba la risa.

—No soy tan viejo como para necesitar un intervalo largo para recuperarme.

La necesidad de compensar el tiempo que habían perdido la volvió irreflexiva.

—Demuéstramelo.

—Pícara... —besó sus mejillas, su cuello, sus párpados—. ¿Tienes idea de lo que me haces?

Era solo una milésima parte de lo que él le hacía a ella, pensó Paula.

—Tendrás que explicármelo. Aprendo despacio.

—Pues no me lo ha parecido. Pero tengo que irme.

—Es sábado —se quejó ella, a pesar de que sabía que muchas veces trabajaba los fines de semana—. No tendrás que irte ahora mismo al periódico, ¿No?

—Debería.

Su contacto en el hospital había prometido llamarlo entre las cuatro y las cinco,pero era incapaz de moverse de allí. La llamada sería desviada a su teléfono móvil, de modo que no iba a perderla, pero no quería que Paula oyera la conversación.

—¿Y tú? —le preguntó.

—Tengo que asistir esta noche a una subasta benéfica a favor de Model Children. Puedes venir conmigo, si quieres.

Lo dijo como si no le importara la respuesta, pero sabía que no era así.

—Puede que lo haga.

—Es de etiqueta.

—Le robaré el esmoquin a las polillas.

Su respuesta la encandiló, aunque se recordó que no debía leer entrelineas más de la cuenta. Tema una noche libre, ¿Y qué? No por eso iba a resucitar lo que habían tenido una vez. Entonces recordó otra cosa y se apoyó en un codo.

—Por cierto, ¿Para qué habías venido a verme?

Él acarició su cadera y ella se estremeció.

—Para esto.

Lo conocía lo bastante para darse cuenta de que era una evasiva.

—No.

—Sí, es cierto —besó sus párpados y la abrazó—. Y si había otra razón, me la has quitado de la cabeza.

Pero entonces, como si alguien quisiera recordarle que no era así, su teléfono móvil sonó en el bolsillo del pantalón.

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