miércoles, 30 de mayo de 2018

No Estás Sola: Capítulo 31

Laura se sirvió más ensalada.

—Sí que lo he visto. Ayer, en la televisión. Le hicieron una entrevista sobre lo de los niños, y antes de la entrevista, pusieron imágenes suyas en su despacho, trabajando en el ordenador, y luego paseando con el cachorro en un parque. Me recordó a Gonzalo cuando nacieron Joaquín y Martina: parecía como si no esperara sentirse tan cautivado por una criatura indefensa. Ya sé que estamos hablando de un perro, pero por lo que ví me parece que es de los que saben cuidar de criaturas indefensas.

Paula se vió asaltada por la imagen de Pedro en el suelo sobre una manta, jugando con un niño. La habitación empezó a darle vueltas. Era una fantasía, nada más.

—¿Tenía buen aspecto?

Laura dejó el tenedor en suspenso.

—¿Es que no has vuelto a verlo después de que se enterara de lo del bebé?

—La semana pasada lo llevé a visitar la placa de Bautista en el jardín y... discutimos.

—¿Por qué? ¿Por ocultarle la verdad?

—En parte. Pero es que alguien había dejado una rosa junto a la placa de Bautista.

Laura frunció el ceño.

—¿Sabes quién?

Paula esperaba que hubiera podido ser ella.

—Si no han sido Gonza o tú, nadie más sabe de esa placa conmemorativa. Tiene que ser un error. Alguien que dejó la flor en el lugar equivocado.

Laura se quedé pensativa un instante.

—Me parece poco probable, ya que todas las placas tienen los nombres de los bebés. Seguro que Pedro  tampoco estuvo de acuerdo contigo.

—Está tan metido en su investigación que ve conspiraciones en todas partes.

—Puesto que el hospital en el que han descubierto el caso es el mismo en el que tú estuviste, y todo pasó poco más o menos por la misma época, ¿Hay alguna posibilidad de que...?

—Ninguna —la interrumpió Paula.

Desde la publicación de la historia de Pedro, había visto a otros padres siendo entrevistados en televisión, y a pesar de todo, se sintió consumida por la envidia. Sus hijos habían sido entregados a otras familias a cambio de grandes sumas de dinero, pero por lo menos podían albergar la esperanza de encontrarlos. Pero ella no podía tener esa esperanza. Pedro había revisado cada posibilidad, incluida la del bebé que había nacido pocas horas después que el suyo. El contacto de Pedro en el hospital le había enseñado los resultados de una prueba de paternidad. Si había algo que encontrar, sabía que él lo encontraría.

—Encontró una pista falsa, pero resultó que los padres habían hecho una prueba de paternidad. No hay duda.

Laura tomó su mano por encima de la mesa.

—Lo siento mucho. Esperaba que...

—Yo también. Precisamente por eso la flor me inquietó tanto. Pedro estaba convencido de que tenía que significar algo, pero no he vuelto a verlo desde esa noche.

—¿Pero querrías verlo?

—Supongo que soy una completa idiota.

Laura sonrió.

—No más que el resto de la raza humana —contestó, y miró el reloj—. Debería volver a trabajar, pero si quieres que charlemos un poco más, puedo llamar y posponer mi próxima cita. La niñera está con los niños, así que puedo quedarme.

—Gracias, pero como dice la canción, «sobreviviré».

Laura la miró preocupada.

—En mi trabajo he visto desmoronarse a gente que debería aguantar bien la presión. También he visto a gente que se negaba a rendirse cuando haciéndolo habrían conseguido el apoyo que necesitaban. Ser fuerte no es siempre una virtud.

—Pero a veces es una necesidad —Paula se levantó y pagó—. Gracias por haberme dedicado este rato.

—Ya sabes que siempre estoy disponible para tí. Tú lo has estado siempre, desde que me casé con tu hermano.

Paula sonrió, pensando que a su hermano no le habría gustado nada aquel tema de conversación, pero sabía que podía confiar en la discreción de Laura.

—Dale un beso a los niños de mi parte.

—Lo haré. Aún siguen hablando de los juguetes que les llevaste el último día que viniste a cenar.

Había sido el día anterior a la subasta. Cuando se despidió de su cuñada, intentó no sentir celos de su familia. Tenía un trabajo que le gustaba, un marido que la quería y dos hijos adorables.

—«Sobreviviré» —fue canturreando con decisión al ir al coche.

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