miércoles, 16 de mayo de 2018

No Estás Sola: Prólogo

Cuando el bebé rompió a llorar en aquel pequeño hospital, la madre lloró también de alegría y alivio. Al ver a la comadrona salir con él en brazos hacia la sala de cuidados intensivos, el terror no la había dejado ni respirar, pero al escuchar su llanto a pleno pulmón cuando lo devolvieron a sus brazos, supo que todo estaba bien.

Había sido una noche difícil. El médico tendría que haber llegado horas antes, pero se había tenido que parar a medio camino para ayudar en un horrible accidente ocurrido entre dos autobuses en uno de los cruces de más tráfico de la ciudad. Según la comadrona, buena parte del personal del hospital había tenido que trasladarse a la zona de urgencias para ocuparse de las víctimas del siniestro, una escena que se estaba repitiendo en la mayor parte de hospitales de la ciudad.


Viendo al bebé, Rosa Fine se sentía la triunfadora del día. En su trabajo de comadrona, solía tener siempre un médico al lado, y los dos se bastaban para atender un parto, pero cuando un bebé necesitaba que lo reanimaran, solía pedir ayuda. En aquella ocasión, sin embargo, no pudo llamar a nadie, porque la madre del bebé, Jesica Fine, era su cuñada, y según la normativa del hospital no se podía atender el parto de un familiar. Había estado a punto de arrepentirse tras nacer el bebé, pero al final todo había salido bien. Jesica  le contó enseguida los dedos de las manos y de los pies.

—Supongo que lo hace todo el mundo —dijo, a modo de disculpa.

Rosa sonrió.

—Seguramente. A mí me parece que está muy sano. Joaquín se va a llamar, ¿No?

—Camila si era niña, y Joaquín si era niño —se apartó el pelo húmedo de la cara—. Me ha parecido oírle decir a Ross que la señora de la sala de al lado ha perdido a su bebé.


—Pues no deberías haberlo oído. El cordón umbilical sufrió un prolapso y el bebé se quedó sin oxígeno. Ni Fabián  ni nadie podría haber hecho nada.

Jesica abrazó a su hijo.


—Qué horror. La madre se llama Paula, y es guapísima. Me parece que es modelo. Entramos casi al mismo tiempo. Me dijo que su marido iba a tardar en llegar; espero que ya esté con ella. Cuando yo perdí a Agustín, me dijeron que se trataba de un caso de muerte súbita y que no había sido culpa de nadie, pero yo no dejaba de preguntarme si habría podido evitarlo. Paula debe estar dándole vueltas a lo mismo.

Rosa le apartó un mechón de la cara.

—No debes preocuparte por eso ahora.

Jesica suspiró.

—Ya. Pero es que yo no habría sido capaz de mirar a Fabién a la cara si algo hubiera salido mal en esta ocasión. Desea tanto tener un hijo... ¿Cuánto tiempo crees que le queda? Casi no lo he visto desde que estoy aquí.

—Ya llevas suficiente tiempo casada con un partero para saber que nada sale nunca como se planea. Se pasará en cuanto pueda, pero le ha pasado como a mí, que ha tenido que alargar el turno hasta que el personal pueda volver a su sitio. Parece ser que la mitad de la ciudad sigue paralizada. Las urgencias están desbordadas.

Jesica  miró la cara de su hijo.

—Hola, Joaquín. Tu padre va a estar muy orgulloso de tí —dijo, y miró a su cuñada con ojos emocionados—, Hablaré con Paula dentro de un rato. Debe estar destrozada.

—No me parece buena idea —contestó Rosa—. Es mejor que la dejes que afronte esto a su manera. Nos ocuparemos de que reciba ayuda profesional cuando esté preparada.

—Si tú lo crees mejor así...

—Confía en mí, Jesi. Fabián lo está arreglando todo para que la trasladen a otra planta, lejos de las madres y los bebés, así que es poco probable que vuelvas a verla. Tú preocúpate de recuperarte para que puedas volver a casa cuanto antes con Joaquín. Fabián y yo nos ocuparemos de Paula. Tú no tienes de qué preocuparte.

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