miércoles, 23 de mayo de 2018

No Estás Sola: Capítulo 20

Paula ladeó la cabeza para apoyarla en la palma de su madre. Sus padres se habían separado durante su embarazo y ella no había querido añadir más a la carga de su madre. Afortunadamente, esta se había marchado durante unos meses después de la ruptura, porque de otro modo habría sido imposible mantener el secreto.

—De todos modos, es difícil separarse de un hijo.

Alejandra la miró sorprendida.

—Me extraña oírte decir eso.

Paula sintió un nudo en la garganta.

—No estaba hablando de tí, sino de mí.

—No entiendo...

Había llegado el momento.

—Estaba pensando en mi hijo. No te lo conté porque nació justo cuando papá y tú se estavban separando. El niño murió al nacer, y ya no tenía sentido contártelo.

—¡Paula, hija! Sabía que algo pasaba, pero estaba tan metida en mis propios problemas que no se me ocurrió pensar que pudieras estar embarazada. Pedro era el padre, ¿No?

Paula asintió.

—No había nadie más.

Alejandra sonrió con tristeza.

—Desde que lo conociste fue así. ¿Fue esa la razón de su ruptura?

—No. Él no lo sabía.

—¿Y tuviste que pasar sola por esa experiencia? Ojalá me lo hubieras dicho, hija.

—Pedro había recibido una oferta de trabajo con la que llevaba mucho tiempo soñando y tú ya tenías más que suficiente con lo tuyo. Me pareció injusto cargarte con mis problemas también.

—¿No se te ocurrió pensar que un nieto podría haberme devuelto parte de lo que estaba perdiendo?

En su deseo de proteger a su madre de más dolor, no había considerado esa posibilidad.

—Supongo que no era capaz de pensar más allá, sobre todo después de haber perdido al niño.

La expresión de su madre estaba tan llena de compasión que quiso echarse a llorar, pero ya era demasiado tarde para las lágrimas. Sintió algo presionándole el pecho y se dió cuenta de que tenía una muñeca de plástico en los brazos. La dejó a un lado con delicadeza.

—¿Tienes ganas de hablar de ello? —le preguntó su madre.

Arrodillada entre los restos de su niñez, Tara le contó a su madre toda la historia, incluido el regreso de Pedro y su ira al saber que había sido excluido de lo que él consideraba el acontecimiento más importante de toda su vida.

—Y lo peor de todo es que tiene razón —concluyó—. Cuando estaba embarazada, no pensé en nadie más; ni en Pedro ni en tí —apoyó la mano en la pierna de su madre— ¿Me perdonas?

—Te olvidas de que la naturaleza misma se encarga de que no nos fijemos en nada más que en el hijo que llevamos en el vientre —puntualizó su madre—. Incluso en las familias que funcionan a la perfección, muchas veces los padres sienten que son solo un estorbo durante la gestación, porque nosotras estamos totalmente centradas en lo que llevamos dentro. No hay nada que perdonar, hija. Lo único que me entristece es no haber podido estar a tu lado.

—No te culpes —le dijo—. Simplemente ese niño no estaba destinado a vivir.

—¿Y qué pasa ahora con Pedro y contigo?

Paula pretendía zanjar ahí la conversación, pero la expresión de su madre le confirmó que no iba a ser posible.

—¿Qué quieres que pase?

—Ahora que ya está en casa, ¿Van a volver a estar juntos?

Paula negó con la cabeza.

—Me odia demasiado por haberlo marginado.

—Se parece un poco a tu padre. Nunca se conformaría con un segundo plano.

Su padre siempre había antepuesto la belleza externa a cualquier otra cualidad. De hecho, su madre siempre había sido una mujer hermosa y él se había sentido orgulloso de ello, pero descubrieron un melanoma en su mejilla y tuvieron que operárselo, de modo que quedó una pequeña cicatriz.

Para todo el mundo Alejandra seguía siendo una mujer atractiva y de buena figura, pero no para su padre, quien al principio decidió cambiar de sitio en la mesa para quedar frente a lo que él llamaba «su lado bueno», para luego marcharse unos meses para pensar las cosas, según él.

Paula odiaba la idea de que Pedro pudiese tener algo en común con un hombre tan insensible.

—Seguramente —continuó su madre—estará muy enfadado por lo que le arrebataste: la oportunidad de tener una verdadera familia.

¿Qué estaba intentando decirle su madre? Se puso de pie de un salto.

—No pude evitar lo que ocurrió.

Alejandra tomó su mano para que volviera a sentarse, aunque tardó en convencerla.

—No pretendía sugerir que pudieses haber cambiado lo que le sucedió al niño; solo cómo lo enfocaste respecto a Pedro. Debe sentir que le robaste los nueve meses del embarazo. Ya sabes que él nunca ha tenido una familia de verdad. Tu padre y yo tenemos ahora nuestras diferencias, pero cuando Gonzalo y tú eran pequeños, intentamos darles un hogar en el que pudieran sentirse protegidos y queridos.

—Y lo consiguieron—contestó Paula apretando la mano de su madre. Tuvo que parpadear rápidamente para que los ojos no se le nublaran—. Puede que quizá por eso espere yo tanto de una familia.

—Siempre y cuando no pidas tanto que no haya ningún hombre que pueda estar a la altura de tus exigencias...

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