viernes, 11 de mayo de 2018

Mi Salvador: Capítulo 67

«No te mueras», dijo para sí. «Tienes que volver conmigo. ¡Tienes que volver!».De  pronto,  comprendió  por  qué  Nadia había  decidido  volver  a  aceptar  a  Sergio. Comprendió  que  no  importaba  si  se  casaba  o  no  con  Pedro, porque siempre  tendría miedo cuando él se fuera y siempre esperaría ansiosamente su regreso. Así pues, ¿Por qué permitir que el miedo les costara el tiempo precioso que les fuera concedido? Solo rezaba por tener la oportunidad de decírselo.

Unos  minutos  después  llegó  Nadia,  junto  con  un  oficial  del  departamento  de  bomberos. La señora Alfonso y Sonia se fueron a la cocina y empezaron a preparar la cena. Paula las siguió. Su presencia le daba ánimos. Aquellas dos mujeres, más que nadie en  la  casa,  creían  de  corazón  que  todo  saldría  bien. Deseaba  compartir  su  fe,  pero la llegada del oficial la asustó. Temía que hubiera ido a darles malas noticias.

—Siéntate —le ordenó Sonia—. Está pálida como un fantasma.

Paula hizo lo que le decía y aceptó una copa de brandy, aunque casi nunca probaba el alcohol. Tomó un sorbo del líquido ambarino y sintió que su calor se derramaba dentro de ella. Luego  dejó  la  copa  a  un  lado,  consciente  de  que  Sonia la  observaba  con  preocupación.

—Estoy bien —le aseguró.

—Claro que sí —dijo la señora Alfonso, tocándole el hombre—. Pero esto ha sido una conmoción para todos.

Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Paula.

—¿Y si...?

—  Nada  de  eso  —dijo  la  señora  Alfonso enérgicamente—.  El  teléfono  sonará  y  Sergio nos dirá que Pedro está despierto y quejándose, como siempre.

Salió  de  la  cocina  con  un  plato  de  sandwiches  antes  de  que  Paula pudiera  responder. Esta se quedó mirándola con admiración.

—Tiene tanta fe... —le dijo a Sonia—. La envidio. Yo estoy muerta de miedo.

—No  te  dejes  engañar.  Mamá  también  lo  está,  pero  cree  en  la  bondad  de  Dios.  Cuenta con ella para que le devuelva a su hijo sano y salvo.

—Espero que tenga razón —dijo Paula.

—¿Qué harás cuando  Pedro vuelva?   —le   preguntó Sonia, con  expresión preocupada—. Veo el amor en tus ojos, pero lo que ha ocurrido hoy ha confirmado tus temores, ¿Verdad?

Paula asintió.

—Pero también me ha demostrado algo más —dijo lentamente, deseando contarle a Sonia la decisión que había tomado

—¿Qué?

—Que  no  quiero  perder  ni  un  solo  segundo  del  tiempo  que  pueda  pasar  con  él.  Nadia también se dio cuenta de eso. Y Juana siempre lo supo respecto a su marido. Yo no las entendí cuando me lo dijeron, pero ahora sí.

Justo  entonces,  Juana entró  en  la  cocina  y  su  atuendo  multicolor  fue  como  un  rayo  de  sol  en  aquella  atmósfera  sombría.  Abrió  los  brazos  y  estrechó  a  Paula con  fuerza.

—Lo he visto en las noticias y he venido enseguida.

—No vamos a perderlo —dijo Paula, en un sorprendente arrebato de convicción—. Tiene muchas cosas por las que vivir.

—¿Sí? —preguntó Juana, observando a Paula con mirada penetrante.

Ésta asintió.

—Tengo una noticia  que  lo  hará  volver —  dijo,  guiñando  un  ojo  a  Sonia—. ¿Verdad?

—Desde  luego  —dijo  ésta,  justo  cuando  el  teléfono  sonaba.  Fue  ella  quien  contestó. Su cara se iluminó casi al instante—. Pero si es mi hermanito...

Una sensación de alivio inundó a Paula. Luego, Sonia la abrazó.

—Quiere oír el sonido de tu voz.

Paula se aclaró la garganta.

—Pedro Alfonso, nos has dado un susto de muerte —lo regañó.

Sonia sonrió al oír la respuesta del otro lado de la línea y luego dijo:

—No voy a decirle eso.

—¿Decirme qué?—preguntó Paula.

— Dice que no ha vuelto de entre los muertos solo para que le eches una bronca.

Paula se echó a reír y se puso al teléfono.

—Si  crees  que  esto  es  una  bronca,  espera  a  que  te  vea  en  persona  —su  voz  se  quebró  al  darse  cuenta  de  lo  cerca  que  había  estado  de  perderlo—.  Te  quiero  —murmuró—. Por favor, vuelve pronto.

Luego se dió la vuelta, apoyó la cabeza en el hombro de Juana y se echó a llorar.



«Te quiero. Vuelve pronto». Pedro se  aferró  a  las  palabras  de  Paula durante  los  días  siguientes.  Impaciente  por  llegar  a  casa  y  verla,  tuvo  que  convencer  a  los  médicos  para  que  le  permitieran  viajar.

—Estar  con  mi  familia  será  la  mejor  medicina —les  dijo,  en  vano. 

Estaban decididos a no dejarlo ir hasta que le hubieran hecho una docena de pruebas distintas, las  hubieran  repetido,  analizado  los  resultados  y  concluido  que  no  moriría  por  el  camino. Podría haberles dicho que no pensaba morirse de ninguna manera porque Paula lo  estaba  esperando  al  otro  lado  del  mundo,  pero  dudaba  de  que  le  hubieran  hecho caso. Fue  Sergio quien  finalmente  los  persuadió  para  que  lo  dejaran  marchar,  pero  solo  después  de  conseguir  un  vuelo  con  instalaciones  médicas  especiales  para  el  viaje  de  regreso.

—Gracias —le dijo su mejor amigo.

—Eh, nadie tiene más ganas que yo de que regreses a Estados Unidos. No eres un buen paciente. Estoy deseando que vuelvas con tu madre y con Paula.

—¿Tú te quedas?

Sergio asintió.

—Nuestro trabajo aquí todavía no ha acabado. Dale a Nadia un beso de mi parte y dile que volveré pronto para ayudarla a preparar la boda.

Pedro sonrió.

—Podemos hacer una ceremonia doble.

—No entiendo cómo Paula puede querer casarse con un cabezota como tú, pero si te  dice  que sí,  por  mí  de  acuerdo  —dijo Sergio—.  Tal  vez  así  al  menos  uno  de  nosotros  recordará los aniversarios y sacará al otro de apuros.

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