miércoles, 25 de octubre de 2023

Irresistible: Capítulo 9

 -Llevaré a Eduardo al Acebrook Hospital. Es un pequeño hospital a las afueras de la ciudad —respondió Pedro con decisión.


Al llegar al final del pasillo, ella se decidió por las escaleras en lugar de tomar el ascensor.


—¿Ya lo tenías todo pensado? ¿Por qué crees que ese lugar es mejor para Eduardo?


«¿Qué derecho tienes a tomar esas decisiones por él? Llevas seis años fuera sin aparecer por aquí para nada». Su reacción no era completamente racional. Pedro parecía preocupado por dar a Eduardo lo mejor, pero aquel hombre le provocaba sentimientos opuestos: Por un lado lo deseaba y por otro lo rechazaba. Era normal también que sintiera esa misma contradicción para dejar que se ocupara del cuidado de Eduardo.


—Si tenías ya pensado lo de Acebrook, ¿Por qué no se lo dijiste a él? Merece poder opinar sobre ello.


—Mi abuelo está agotado. No veo motivo para cansarlo más con decisiones de las que me puedo ocupar yo.


—He oído hablar de Acebrook —comentó ella sin gana.


—Entonces sabrás que muchos famosos acuden allí. Por eso las medidas de seguridad son mucho más estrictas de lo normal. Por más que sea su esposa, Teresa no podrá molestarlo allí.


Eduardo podría mejorar con más rapidez en un sitio así, y eso era lo que importaba al fin y al cabo.


—Pero Teresa querrá verlo de todos modos.


—Yo me ocuparé de eso —de nuevo, hablaba como si todo estuviese decidido—. Un grupo de especialistas examinará a Eduardo para determinar su capacidad. Después, mi equipo de abogados informará a Teresa de que mi abuelo me ha designado a mí para ocuparme de la empresa en su ausencia. Ella pronto se dará cuenta de que no tiene más que hacer aparte de desearle a su esposo una pronta recuperación.


—Pero Eduardo sólo dijo de palabra que tú...


—En realidad, ese asunto está ya arreglado, por si había alguna emergencia —sus palabras acariciaron, casi de forma física, la nuca de Paula.


—Oh.


—Y en cuanto a Teresa —se interrumpió un momento—. Dado que sus visitas tendrán lugar en una sala vigilada, puede seguir actuando como una esposa amorosa.


—Eso sí me gustaría verlo —Paula aún sentía cosquillas en la nuca y, por una vez, desearía haberse dejado el pelo suelto. Puesto que no lo había hecho, aceleró el paso para poner más distancia entre los dos.


Pedro carraspeó y siguió hablando.


—Imagino que debes estar agotada. Puedes irte a casa a descansar, pero me vendrá bien tu ayuda mañana en la oficina. ¿Podrás hacerlo?


Su consideración la pilló desprevenida. Se suponía que él no era una persona agradable, ni siquiera a ratos. Estaba convencida de que no lo sería.


—Mis hermanas se quedaron cuidando a Eduardo un rato mientras yo iba a casa a ducharme y cambiarme de ropa. Puedo ir a trabajar hoy.


—Gracias —él le observó el rostro.


Los secretos en las profundidades de sus ojos hacían que Paula se acalorase y el corazón le palpitase con fuerza. ¿Es que acababa de imaginársela en la ducha? ¿Por qué un hombre de mundo como Pedro Alfonso iba a albergar más que un interés pasajero por ella?

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