lunes, 9 de octubre de 2023

Aventura: Capítulo 47

Pedro estaba fascinado con su capacidad para replicar rápidamente en cualquier situación. Le gustaba tanto que le pareció un pecado que no estuvieran haciendo el amor en ese mismo instante.


–Si sólo quieres sexo sin ataduras, ¿Qué haces conmigo? Podrías salir cualquier noche a cualquiera de los clubs de Testaccio y encontrarías a media docena de jóvenes encantados de darte el gusto.


–Si sólo quisiera una aventura de una noche, no habría venido a Roma –replicó.


Pedro soltó una carcajada.


–Bravo, carissima. Buena respuesta.


Ella se detuvo y respiró hondo.


–No, sólo estoy jugando contigo. No soy tan refinada como quiero hacerte creer… A decir verdad, no había hecho esto en toda mi vida.


–Eso es evidente, cara.


–¿Y entonces? ¿Qué tengo que hacer para persuadirte de que tengas una aventura conmigo? –quiso saber.


Pedro se preguntó si estaba hablando en serio. Se preguntó, incluso, si él iba en serio. No sabía lo que estaba haciendo. Por una parte, pensaba que Paula Chaves no podría haber elegido un hombre más inadecuado para vivir una aventura con la que curarse el corazón. Por otra, estaba convencido de ser la persona perfecta. En otros tiempos, había sabido exactamente lo que se debía hacer para que una mujer se sintiera adorada. La propia Paula había tenido ocasión de comprobarlo cuando investigó su vida en Internet. Durante años, había sido un seductor y había continuado la tradición familiar de alimentar las páginas de las revistas del corazón con todo tipo de escándalos y relaciones románticas.


–Te propongo una cosa, Paula. ¿Por qué no empiezas por decirme tres cosas de tí que yo no sepa?


Ella frunció el ceño.


–¿Qué tipo de cosas?


–Eso da igual.


–Ah, ya veo… Es un juego psicológico.


–¿No te parece que eso es lo que hace que una relación sea interesante? Jugar es lo más importante de todo –alegó con una sonrisa–. Pero no lo pienses demasiado. Di lo primero que se te ocurra.


–Mi segundo nombre es Florence.


–¿Florence? ¿Como Florence Nightingale?


–En realidad me lo pusieron por mi abuela, que se llamaba así. Pero supongo que a ella se lo pusieron por Florence Nightingale.


–Es un bonito nombre. Florence… Florencia.


–Sí, por entonces no era normal que la gente llamara a sus hijos por el lugar donde habían nacido. Aunque los padres de Florence Nightingale ya lo habían hecho con su hermana mayor, que nació en Nápoles.


–Pues es una suerte que la hermana de Florence Nightingale no se convirtiera en leyenda…


–¿Por qué lo dices?


–Porque si no recuerdo mal, se llamaba Florence Parthenope. Imagina que le hubieran puesto Parthenope a tu abuela. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario