lunes, 23 de octubre de 2023

Irresistible: Capítulo 1

 —Teresa, no puedes entrar a la habitación de Eduardo. No de ese modo —no con un abogado al lado y la cara verde de codicia.


Paula Chaves tomó una bocanada de aire cargado de olor a antiséptico, olor de hospital, y miró a la segunda esposa de su jefe directamente a los ojos.


—Su salud es demasiado precaria; no podemos arriesgarnos a darle un disgusto. Lo comprendes, ¿Verdad?


Paula llevaba el pelo muy largo, por la cintura, y se lo recogía siempre en un moño sujeto con dos palillos chinos; aquel día, al enfrentarse a aquella mujer, hasta ese peso habitual le resultaba una carga insoportable. Si a Teresa le hubiera importado aunque fuera sólo un poco la salud de su anciano marido... Ni siquiera había querido interrumpir sus vacaciones en el Monte Selwin para acudir antes a su lado. ¿Por qué dejar que el deber se antepusiera al placer? Eduardo no merecía una esposa como Teresa. Tampoco merecía que su nieto lo abandonara como lo había hecho hacía seis años. Pedro Alfonso se había desplazado a la filial de la empresa en el extranjero unas pocas semanas antes de que Paula comenzara a trabajar para Eduardo. Se había quitado a su abuelo de encima como si de un exceso de equipaje se tratara, aunque Eduardo lo había criado como a un hijo. Paula en aquellos momentos se planteó si su jefe sería capaz en algún momento de superar el dolor. Eduardo se había casado recientemente, pero el abandono de Pedro había destrozado el corazón del anciano. Paula se había impuesto como deber el ayudar a su jefe en su desgracia, y ella y Eduardo habían desarrollado un vínculo muy profundo. Ella se encargaría de él también durante su enfermedad.


—Apártate de mi camino —masculló Teresa.


«Ni hablar de eso». Teresa tal vez hubiera logrado engañar a Eduardo hasta el punto de conseguir que él le pusiera una alianza en el dedo, y tal vez entonces fuera demasiado orgulloso, demasiado caballero o inexplicablemente inocente como para apartar a la mujer, de unos cincuenta, de su lado. Para Paula, Teresa no tenía nada bueno.


—Mientras el abogado se quede fuera, no tendré ningún inconveniente en apartarme de la puerta.


—Soy la mujer de Eduardo —Teresa apretó los puños—. Tengo todo el derecho...


—¿Todo el derecho a qué? ¿A hacer que empeore? ¿A causarle un segundo ataque que puede ser fatal? —¿Es que la codicia de Teresa no tenía fin? —. Está demasiado enfermo como para vérselas con abogados ahora, así que te sugiero que te deshagas de ese poder notarial...


—¿Cómo sabes...? —interrumpió Teresa, y dió un paso adelante—. Hazte a un lado. No eres más que una secretaria.


El hombre que estaba a su lado la siguió.


—Soy la asistente personal de Eduardo, y no me voy a apartar — Paula siguió en el sitio, pero con los nervios a flor de piel.


 No podía dejar que Teresa convenciera a Eduardo de que firmara nada, ni que hiciera que lo declararan mentalmente incapaz. Tenía que detener aquello, pero... ¿Cómo? Entonces le vino una idea a la cabeza.


—Eduardo recuperó el conocimiento. Estaba completamente lúcido. Hace un rato, mientras yo estaba con él.


Su rostro enrojeció, consciente de la mentira... Ojalá fuese cierta.

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