miércoles, 25 de octubre de 2023

Irresistible: Capítulo 10

Él parpadeó y lo que ella había visto en sus ojos desapareció tras un muro de determinación.


—Me gustaría ocuparme de un par de asuntos antes de que lleguemos al trabajo.


Ya. Él ya la había apartado de sus pensamientos. ¿Por qué no podía ella hacer lo mismo? Entonces ella se dió cuenta del tono agresivo de su voz y su instinto le hizo ponerse alerta.


—¿Qué asuntos?


—Si eres una persona ambiciosa —masculló entre dientes—, si pretendes crearme dificultades mientras yo me encargo de todos...


—Desde luego que no soy así —¿Cómo se había imaginado eso? Si alguien pedía el control de las cosas, ése era Pedro.


Ella, aparte del pequeño problemilla de no poder ignorarlo, estaba en paz consigo misma. No tenía que probarse nada a sí misma ni a nadie más. Sus dragones estaban bajo control, gracias. Pero, aun así, tampoco quería que Pedro se quedara por allí semanas enteras, alterando su tranquilidad.


—En realidad no veo la necesidad de que tengas que encargarte de la empresa si yo puedo hacerlo hasta que Eduardo mejore.


—¿Qué experiencia tienes? ¿Tienes formación en gestión empresarial de alto nivel? ¿Cuál es tu curriculum? —él disparó las preguntas una tras otra con precisión y sin piedad, minando su temblorosa resolución—. ¿Y si Eduardo tarda meses en recuperarse? ¿Y si eso nunca llega a pasar?


—¡Se pondrá mejor! Se pondrá bien del todo —Eduardo ya estaba hablando, así que eso era una buena señal—. En cuanto al resto, he trabajado junto a él durante suficiente tiempo como para saber...


—Ver no es lo mismo que saber —su expresión se endureció, pidiendo que aceptara sus palabras—. No es suficiente, no a largo plazo.


—Pero para una semana o dos, sí.


—Durará más que eso. Ya has visto su aspecto.


Ella quiso discutírselo, pero tenía razón a pesar de todo, por más que le costara aceptarlo.


—De acuerdo, entonces supongamos que tienes razón y su recuperación total lleva más tiempo. ¿Qué ocurrirá?


—Yo me ocuparé de todo. Es lo que le dije a él y pretendo hacerlo —contestó con decisión—. ¿Colaborarás conmigo mientras me ocupo de las cosas por aquí?


—Me sorprende que vayas a quedarte indefinidamente, pero, dado que actúas por el bien de la empresa, haré lo que pueda para ayudarte.


Quién sabe, pensó ella, tal vez Pedro pudiera darle un nuevo aire a la empresa. Últimamente había empezado a pensar si todo estaría yendo bien. Era sólo una impresión, pero...


—No dije que lo haría... —no terminó la frase—. Dijiste en el mensaje que estabas con Eduardo cuando sufrió el ataque. ¿Normalmente trabajas los fines de semana?


—No, no estaba con él por motivos de trabajo —aún se sentía culpable porque su jefe hubiera estado con ella por las calles comerciales de Melbourne cuando tuvo la crisis.


Una pausa y de repente, otra pregunta.


—¿Y qué estabais haciendo?


—Examinando una pieza de seda antigua —podía haberle hablado de la pasión de su hermana Isabella por la ropa de diseño, pero dudaba que él estuviera interesado en eso—. Eduardo sabe de esas cosas. Le pedí que me acompañara a ver una pieza de tela que encontré en una tiendecita.


Al ver que él no decía nada, ella se detuvo en las escaleras sin mirar atrás.

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