miércoles, 11 de octubre de 2023

Aventura: Capítulo 55

 –¿Conoces la leyenda? –preguntó Pedro.


–¿Que si tiras una moneda a la fuente volverás a Roma?


–¿Querrías volver a Roma, Paula?


Él la miró a los ojos y le puso las manos en la cintura. En ese momento, no habría querido estar en ninguna otra parte del mundo. Pero la situación se estaba volviendo demasiado intensa para ser una primera cita. Se suponía que debía ser divertida y ligera. Nada más.


–¿Quién no querría volver a Roma?


–Eso no es lo que he preguntado.


–Bueno, yo…


Pedro dió un paso atrás.


–Tal vez deberías pensarlo bien antes de responder.


–No, qué va. Por supuesto que querría volver a Roma.


Él suspiró y asintió. Después, sacó una moneda del bolsillo de los pantalones.


–Esto es trampa, Pedro. ¿No se supone que debería arrojar una moneda mía?


–Al contrario. El hechizo funciona mucho mejor si utilizas una moneda que te haya regalado un amante.


–Pero nosotros no somos…


–Hacer el amor es algo más que mantener una relación sexual, Paula –la interrumpió–. Es un viaje lleno de descubrimientos; un viaje que nosotros acabamos de iniciar.


Pedro le puso la moneda en la mano, se la cerró con suavidad y, a continuación, cerró los dedos sobre ella. 


–Tienes que ponerte de espaldas y tirarla por encima del hombro –continuó.


–¿De espaldas?


–Por supuesto.


Él se apartó un poco para dejarle espacio suficiente. Ella besó la moneda y, sin apartar la vista de Pedro, la lanzó por encima del hombro.


–¡Bravo! ¡Ha caído en el centro de la fuente!


–Jamás habría imaginado que tuviera tan buena puntería… Y mucho menos, de espaldas –declaró, súbitamente nerviosa con el resultado del hechizo–. Tal súbitamente nerviosa con el resultado del hechizo–. Tal vez debería lanzar otra. Para estar seguros.


Él sonrió, se inclinó sobre ella y le dió un beso en la mejilla.


–Con una vez, basta.


Paula notó su aliento en la piel. Un aliento cálido, con un aroma extraordinariamente sutil, de fondo, que no procedía de ninguna colonia. Y pensó que tenía razón. Con una vez, bastaba. Con una mirada, un beso, una caricia.


–¿Qué hacen con ellas? Me refiero a las monedas.


–El Ayuntamiento las saca de vez en cuando y las dona a obras de interés social.


Caminaron en silencio hacia la plaza del Quirinale, donde la ciudad entera, dominada por la cúpula de San Pedro, se extendía ante ellos.


–¿Has estado en El Vaticano? –preguntó Pedro.


–Sí, pero no ví demasiado. Tendría que volver.


–Espera a que los turistas vuelvan a sus países; un mes más y Roma será nuestra. Pero no recuerdo que lo mencionaras en el blog…


Ella lo miró y se acordó del texto que había subido al blog y que había borrado poco después. Recordó haber deseado que los recuerdos y los sentimientos se pudieran borrar con tanta facilidad. 

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