viernes, 27 de octubre de 2023

Irresistible: Capítulo 11

 —¿Tienes alguna pregunta más o se ha acabado el interrogatorio?


Su silencio duró tanto que ella miró por encima del hombro, pensando que estaba reservándose para el cara a cara. Lo que ella no esperaba era ver que él estaba mirándola de arriba abajo sin disimular su interés, fijándose especialmente en su trasero. Antes de que ella pudiera decirle que dejara de mirar la parte de su cuerpo que más odiaba, demasiado grande en su opinión, levantó la vista y sus ojos ardían de atracción. Cualquier distancia que ella hubiera logrado poner entre ellos había desaparecido ya por completo. «Olvida sus acusaciones», se dijo ella, nerviosa, «pues éstas pueden esperar para después».


—Creo que deberíamos hablar de cómo llevar la oficina en ausencia de Eduardo.


Ese sería un tema más seguro. Hablando de eso no se distraería pensando en él. Volvió la vista al frente con tanta rapidez que casi se provoca una contractura en el cuello, y después, rezando para que hubiera dejado de mirar su inmenso trasero, bajó las escaleras a toda prisa hacia la puerta. Aire fresco. Por fin. Agradeció el aire frío del viento contra sus mejillas mientras intentaba buscar una justificación para sus reacciones hacia él.


—¿Y? ¿No tienes nada que decir de cómo abordar las cosas en ausencia de Eduardo?


—La verdad es que tengo mucho que decir sobre «Abordar las cosas» —sus palabras, pronunciadas en voz baja, no la tranquilizaron en absoluto. Su mirada le indicaba que no estaba pensando precisamente en una relación meramente laboral.


Ella se echó a un lado para dejar pasar a una mujer mayor.


—Bien, entonces hablemos de trabajo —¿Y si no era eso lo que él quería decir?—. Siempre se producen crisis en las empresas; lo importante es que mantengamos a Eduardo informado, pero asegurándonos de que comprende que nosotros estamos encargándonos de todo.


Después de una pausa, Pedro asintió.


—Hay cosas que aún no entiendes, pero querría hacerte una última pregunta.


—¿Qué es?


Él se inclinó para acariciar un rizo que se le había escapado de las trenzas. Ella se quedó helada; deseaba averiguar lo que pasaría si él se acercaba aún más a ella y... Había olvidado todos sus reparos hacia él, y contuvo el aliento cuando él enrolló el rizo en su dedo y después lo soltó de repente.


—Se te están empañando las gafas —observó él—. Tal vez debieras quitártelas.


Las gafas eran su escudo.


—Oh, pero mis ojos...

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