miércoles, 18 de octubre de 2023

Aventura: Capítulo 69

 –¿Quieres ver las abejas de Nonna?


–No estoy segura… Es algo muy personal.


–Oh, vamos, ya eres de la familia. Y por otra parte, supongo que sus abejas habrán tenido ocasión de echarte más de un vistazo a estas alturas. Deberías devolverles la visita –declaró con ironía–. Después, si quieres iremos a la iglesia y encenderemos una vela ante la placa de Lucía.


Paula aceptó la oferta. Y fiel a su palabra, Pedro terminó por llevarla a la iglesia de Isola del Alfonso. Sin embargo, cuando él le tradujo la inscripción de la placa, se llevó una sorpresa.


–No puede ser. La placa dice que nació en 1898 y murió en 1944. Pero según Alberto, ahora debería tener alrededor de ochenta años. Tiene que ser una Lucía diferente…


–Oh, lo siento mucho, Paula. Dí por sentado que sería la misma, y ahora no se me ocurre quién podría ser. A las chicas del pueblo les ponen sus nombres en honor a otras mujeres de sus familias, como abuelas o tías. Podría haber media docena de Lucías en cada generación familiar. Por ejemplo, el verdadero nombre de Nonna es Rosario Lucía. Se lo pusieron en honor a su abuela y a una prima.


–Es un nombre precioso. –Le preguntaré cuando vuelva. Quizás nos pueda ayudar.


–No, olvídalo, Pedro. Dejemos que el pasado descanse en paz.




El viernes de la semana siguiente, Paula estaba sacando unos documentos del despacho cuando Pilar se presentó.


–¿Esta noche tienes clase de italiano?


Paula se sintió culpable. Debería haberle dicho que estaba saliendo con Pedro, pero conocía a Pilar y sabía que no era mujer capaz de guardar un secreto.


–Ya sabes cómo soy. Por si no tuviera bastante con mis propias clases, me castigo con otras al final del día. ¿Y tú? ¿Qué vas a hacer?


–Nada; creo que me voy a ir a casa de mi familia. Pero tengo algo para tí… te he traído una copia de lo que Adrián encontró en esa web de genealogía. He descargado la información de su ordenador. Está en italiano, pero te servirá de práctica.


En ese momento, Paula se dió cuenta de que su amiga tenía un aspecto extraño. Parecía deprimida.


–¿Te encuentras bien, Pilar?


–Eso depende –respondió, encogiéndose de hombros–. Adrián ha estado casi todas las tardes de esta semana con otra mujer.


–Pero eso no es posible… Adrián te adora, Pilar. ¿Has hablado con él?


–No he podido. Está demasiado ocupado. No tiene tiempo para mí.


–Oh, Pilar…


–Le dejé un mensaje en el contestador para que pase por casa a recoger sus cosas. Bueno, o las cosas que quedan, porque estaba tan enfadada que tiré su portátil por la ventana… Por eso me voy a casa de mi familia. Pero antes, quería darte esa copia.



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