lunes, 30 de octubre de 2023

Irresistible: Capítulo 18

 —Sí, ¿Y tú? —lo miró por encima del hombro y dijo con un punto de agresividad que no pudo controlar—. ¿Treinta y cuatro? ¿Treinta y cinco? ¿Cuarenta?


—Cumpliré los treinta en diciembre.


—Mis condolencias —respondió ella, pero la chispa que él tenía en sus ojos le hacían imposible seguir decidida a no hacer caso del interés que sentía por él.


Ella se detuvo frente al fregadero, dándole la espalda, sin saber qué hacer. La atracción que él sentía por ella era palpable, y ella respondía a esa atracción de un modo instintivo. Su plan de vida no incluía hombres con los que comprometerse, por mucho que esos hombres, incomprensiblemente, la atrajeran. Paula permaneció quieta y en silencio, y esperó a que él se apartara y le diera el espacio que necesitaba para respirar. No quería que él se acercara más para responder a la duda que se había planteado anteriormente de cómo sería el tenerlo muy cerca. En lugar de apartarse, él emitió un sonido de frustración y se acercó.


—¿Qué es lo que tienes? No puedo estar en el mismo cuarto contigo sin...


—No es nada. Nada en absoluto —ella se giró, ofendida, curiosa y atraída por él al mismo tiempo. Tenía que alejarse de él antes de hacer alguna tontería, como alegrarse por tenerlo tan cerca.


Él sacudió la cabeza.


—Tú no piensas eso realmente.


—Tengo que hacerlo —en lugar de alejarse de él, chocó directamente contra su cuerpo.


Ambos contuvieron una exclamación. Él le puso las manos sobre los hombros y sus ojos azules se clavaron en los grisáceos de ella. Su mirada ardía de deseo. De acuerdo, tenía que admitirlo: Paula deseaba besarlo hasta que los dos quedaran sin aliento, pero eso no quería decir que debieran hacerlo. Como si sintiera su confusión, él dió un paso al frente. Separando los pies, la atrajo hacia su cuerpo. Paula tenía que haberse resistido, pero no pudo. Lo único que pudo hacer fue intentar negar la traición de su cuerpo.


—No quiero nacerlo. Ni siquiera nos conocemos.


—Pero yo siento que te conozco desde hace mucho tiempo —él también parecía confuso—. Me resultas tan familiar que es como si te conociera.


Sus palabras intensificaron el sentimiento que ella notaba en su interior. Él tomó aire contra su pelo y suspiró.


—Tu pelo me vuelve loco. Quiero soltártelo y ver lo largo que es. Estoy deseando quitarte esos palillos.


Por fin ella consiguió encontrar las palabras. Resistencia.


—No deberíamos estar haciendo esto —dijo, y se apartó de él—. Sólo nos une un objetivo común: Que Eduardo se recupere.


—Estoy de acuerdo, pero también pienso que ambos sabemos que hay algo más que eso. En realidad no lo comprendo, normalmente no me atraen las mujeres que... —él sacudió una mano en el aire, como si fuera incapaz de expresar lo incomprensible que le resultaba su atracción hacia ella. ¡Gracias por nada, señor Alfonso!

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