lunes, 2 de octubre de 2023

Aventura: Capítulo 38

 –En tal caso, deberías llamarla por teléfono. Si esa postal ha estado más de una semana en tu despacho, cabe la posibilidad de que le ofrezca el puesto a otro.


Bella dió media vuelta con intención de salir de la habitación, pero él preguntó:


–¿Ya has pensado lo que vas a hacer?


–No te preocupes por mí. Voy a tener una semana muy complicada con las reuniones del estudio y con la lectura de los guiones de películas que me esperan en mi piso. No te molestaré, querido primo. Tendrás campo libre para jugar con tu profesora.


–Yo no me refería…


Pedro se molestó en terminar la frase, porque Bella ya se había marchado. Además, ella tenía razón. Su relación con Leandro era asunto exclusivamente suyo. Debían solucionarlo entre los dos. Si los medios de comunicación les concedían un respiro. Por suerte, él no se encontraba en su caso. La familia Alfonso había sido objetivo de la prensa desde que su padre se sentó por primera vez al volante de un Fórmula 1. Luego llegaron sus aventuras amorosas, su matrimonio turbulento y, por fin, su muerte y la depresión de su madre cuando los medios publicaron el tórrido diario de la niñera del propio Pedro, de la mujer que se había estado acostando con él, de una mujer que describía a su madre como una histérica que no merecía ser la esposa de un héroe nacional. Se aflojó el cuello de la camisa, se sentó en el sillón y volvió a leer el mensaje de Paula, escrito con letra clara y elegante. Durante muchos días, había estado esperando a que ella diera el primer paso y lo llamara. Pero aquella misma mañana, cansado de esperar, robó uno de los preciosos tiestos de Nonna y se lo envió como regalo. De haber podido, la habría llamado por teléfono; como Paula no sabía que él no había recibido su nota, habría pensado que no estaba nteresado en su invitación y que el regalo de la mata de tomillo era una forma fina y tardía de rechazarla. Pero no podía llamarla a esas horas. Se había hecho demasiado tarde.


Italiano para principiantes


"Ya les he hablado de mi fin de semana, ¿Verdad? Les hablé del tren, de las vistas, del jardín que visité y de la comida. Pues atentos, porque hay más. Mucho más. Los he engañado. Me salté lo más interesante de todo. Para empezar, que me confundieron con una paparazzi y, para continuar, que terminé besando a un perfecto desconocido que resultó ser el más sensual de los hombres. Pero eso no es lo mejor. Además de besar como un dios, es conte, es decir, conde. Y no es uno de esos condes que han comprado el título nobiliario hace dos días, como esos tipos que llevan la Cámara de los Lores, sino el heredero de una familia que ha ostentado ese título durante varios siglos. Sin embargo, yo no sabía que lo era cuando nos besamos. Porque ya he dicho que nos besamos, ¿Verdad? Pero no me voy a quejar por eso. A fin de cuentas, ¿Cuántas veces se tiene la posibilidad de besar a un aristócrata? Sólo lamento no haberlo sabido entonces, para haberlo saboreado un poco más. Por otra parte, mi conde se ganó unos cuantos puntos cuando me envió a casa en la limusina de su prima, una cuando me envió a casa en la limusina de su prima, una famosa estrella de cine. De hecho, los periodistas me confundieron con ella durante unos segundos. Lástima que las revistas del corazón no tengan interés por mí; porque si lo tuvieran, mi cara habría salido en un montón de portadas y ahora lo sabríais todo sobre mi vida amorosa. Aunque, pensándolo bien, seguramente se interesarían por mí si supieran lo del beso. Parece que el conde Pedro Alfonso fue todo un seductor en sus tiempos. Como su padre. Condes, estrellas de cine… Roma ha resultado toda una aventura".


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