miércoles, 11 de octubre de 2023

Aventura: Capítulo 53

 –Dudo que te miraran porque fueras una forastera, cara. Te mirarían porque eres extraordinariamente guapa.


–Gracias por el halago, pero lo digo en serio. Se nota que siguen siendo protectores contigo y con tu familia.


–Así no saldremos nunca en las guías de turismo…


–¿Quieres que el pueblo aparezca en esas guías?


–No.


–¿Y qué le pasó a tu madre?


–Se recuperó, retomó su carrera como diseñadora y, al final, se volvió a casar. Pero me alegra poder decir que no repitió el mismo error que había cometido con mi padre. Encontró a un hombre encantador.


–Pero tú te quedaste a vivir con Nonna…


–Porque mi abuelo seguía vivo por entonces e insistió. Además, a mi madre nunca le gustó el campo. Y por su profesión, viajaba constantemente… Yo era demasiado pequeño para seguirla por todo el mundo.


–Comprendo.


–Sea como sea, trabajó duro, mantuvo la cabeza alta, rehuyó a los periodistas que aún la perseguían y se casó con el padre de Federico. Los dos están en el negocio de la moda, pero entre bastidores, lejos de las portadas de la prensa.


–Y entonces, Bella se hizo famosa.


–Ah, sí, me temo que sí… –dijo con humor–. Pero yo me hice famoso antes que ella y, naturalmente, me convertí en objetivo de los paparazzi. No me los quité de encima hasta que empecé a llevar una vida aburrida. 


–Pues será verdad, porque hay que llevar una vida verdaderamente aburrida para que la prensa del corazón se olvide de un famoso –comentó ella–. Y estando Federico en Roma, calculo que no puede serlo tanto.


Pedro sonrió.


–Eso es verdad.


–Pero cuéntame más cosas… No sé, dime algo agradable. Háblame de la primera chica de la que te enamoraste, por ejemplo.


–¿De la primera? ¿Para qué? La chica que importa no es la primera, sino la última.


Ella rió. Entonces, Pedro alzó una mano y llamó a un taxi.


–¿No íbamos a pasear?


–Pasearemos a la vuelta.


Cuando subieron al vehículo, ella dijo: 


–No te vas a escapar de mi interrogatorio con tanta facilidad, Pedro. Te he hablado de mí. Ahora es tu turno.


–Está bien, como quieras… La primera chica de la que me enamoré se llamaba Candela. Era modelo. Una diosa de un metro ochenta de altura.


–¿Dónde se conocieron?


–En Milán. Había ido a celebrar un cumpleaños de mi madre y pasé por su despacho. Candela subió al ascensor conmigo.


–¿Y… ?


–Me sonrió y yo estuve a punto de desmayarme.


Paula rompió a reír sin poder evitarlo.


–¿Y tú? –preguntó él. 

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