lunes, 16 de octubre de 2023

Aventura: Capítulo 65

 –¿No?


–Siempre estoy lejos o de viaje.


–Pedro, tú eres mucho más de lo que yo buscaba. Esta mañana, cuando te ví en la puerta de mi casa…


Paula se detuvo un momento. No encontraba las palabras adecuadas para describir lo que había sentido.


–Nuestro viaje puede ser lento, pero es maravilloso – continuó al fin–. Y las vistas son espectaculares. Además, como tú mismo dijiste, si yo sólo estuviera buscando un amante, iría a cualquier club nocturno de Testaccio.


Pedro sonrió.


–Pero en lugar de ir a un club nocturno…


–Estoy haciendo un viaje en el Orient Express. En primera clase. Disfrutando de cada estación.


–¿Y qué pasará cuando el tren llegue a Venecia?


–Pasará lo que queramos. Nos daremos un beso de despedida y nos separaremos con recuerdos hermosos que nos harán sonreír en la vejez.


–¿Y si no queremos que termine?


–Volveremos a empezar el viaje.


–Preferiría que siguiéramos viajando –dijo él–. Podríamos embarcarnos en un velero y explorar el Mediterráneo juntos. Dejar que el viento nos lleve.


–¿Lo ves? Es muy fácil. Belleza y placer. Sin estrés alguno. Poco a poco.


–Eso es lo que escribiste en tu blog. 


-¿Lo estás leyendo?


–¿No quieres que lo lea? 


Ella tragó saliva.


–Bueno, supongo que si estamos viajando juntos… –dijo con incomodidad–. Pero, ¿No me estabas enseñando la casa?


–Hay dos plantas y una docena de habitaciones más, aunque creo que pueden esperar a otro momento. Ven, te enseñaré mi sitio favorito.


Pedro la llevó nuevamente a la planta baja. Cruzaron la sala del mosaico y caminaron hacia un balcón que daba a un patio con columnas y una fuente de mármol. Desde el exterior del palacio, nadie podía imaginar que en mitad de Roma hubiera un lugar tan recogido y tranquilo. Paula se acercó a la fuente y jugueteó con el agua.


–Este lugar es precioso… Si llevaras una túnica, parecería que estamos en la antigua Roma.


–¿Tumbados en un banco de piedra y comiendo uvas? No, no. Estaremos más cómodos en unas sillas.


En una de las esquinas del patio habían instalado una mesa para cenar, iluminada con velas. Se sentaron y comieron tranquilamente mientras hablaban de sus trabajos y de lo que habían hecho a lo largo de la semana. Al final, Pedro comentó que faltaba poco para la vendimia y para la recolección de la aceituna en Isola del Alfonso. 

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