lunes, 16 de octubre de 2023

Aventura: Capítulo 61

Sin embargo, no le importó. Aunque le costara una fortuna, tendría algo que seguiría en buen estado cuando lo mirara muchos años después. Un vestido que le haría lo mirara muchos años después. Un vestido que le haría recordar la primera vez que se lo puso y, sobre todo, al hombre para el que se lo puso.


Pedro volvió al palazzo dando un rodeo. Cada paso que daba, lo alejaba un poco más de Paula Chaves; aunque sus pensamientos seguían con ella. Paseó por la orilla del río, intentando borrar la energía sexual que inundaba su mente y sus venas como un vino joven. En otra época, habría servido para que se sintiera poderoso, invencible; pero ahora sólo servía para que se sintiera como un adolescente. Lo quería todo y, sin embargo, no sabía lo que quería. Pensó que alejarse de Paula durante unos días le vendría bien. Aquello iba demasiado deprisa. Además, desconfiaba del deseo desde su experiencia con Giuliana. No quería volver a perder el control. Especialmente en esas circunstancias, porque por primera vez en su vida, se sentía dominado por la incertidumbre. Sería mejor que se tomara las cosas con calma. Un viaje por el extranjero era justo lo que necesitaba en ese momento. Pero la perspectiva de estar varios días sin ella se le hacía insoportable. Le envió un mensaje el miércoles por la noche: "Estoy en París. Llueve y me he empapado. Me gustaría que estuvieras conmigo". Paula respondió: "Estoy en el baño y también empapada. Me gustaría que estuvieras conmigo". La réplica de Pedro llegó en italiano, y aunque Paula echó mano del diccionario, no la supo traducir.


El jueves por la mañana, le escribió después de salir a correr: "He estado corrigiendo veinte exámenes. Me duele la cabeza. Quizás debería tomar una copa de grappa". A lo que Pedro respondió: "No, grappa no. Necesitas un buen masaje, un café y unas pastas".  Cuando Paula le preguntó dónde estaba, Pedro respondió que se encontraba en Madrid, leyendo un informe de cien páginas porque estaba a punto de asistir a una conferencia sobre el cambio climático. Tras cruzarse varios mensajes más sobre los compromisos inmediatos de Pedro, él concluyó: "El sábado tengo que volar a Nueva York. Pero mañana seré todo tuyo".



El viernes, cuando Paula volvía a casa después de correr, se detuvo a comprar un poco de fruta para desayunar. Luego, cargada con la bolsa de la fruta, siguió su camino hasta llegar al portal del edificio donde vivía. Y mientras buscaba las llaves en el bolsillo de los pantalones, se llevó una buena sorpresa. Pedro estaba allí, esperando.


–Pedro…


–Esperaba volver a Roma anoche, pero aquí estoy, con el café y las pastas que te prometí.


Paula se maldijo para sus adentros. Llevaba un chándal y estaba empapada de sudor. No era precisamente la imagen que le habría gustado dar al hombre al que deseaba. Pero él, en cambio, estaba tan elegante como de costumbre. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario