lunes, 9 de octubre de 2023

Aventura: Capítulo 49

Italiano para principiantes.


"Salir a comer en Italia es participar en un acontecimiento con familias enteras, desde abuelos a niños pequeños, que se reúnen alrededor de la mesa de un restaurante. Hablan, gesticulan, ríen y comparten un tiempo precioso. Los jóvenes se sientan en terrazas y hacen nuevos amigos mientras disfrutan de un café o una copa de vino. Las terrazas son uno de los grandes y civilizados placeres de un clima donde la lluvia es la excepción y el buen tiempo, la norma".


Pedro le acarició suavemente la mano. Y cuando dejó de acariciarla, fue como si todo lo demás se hubiera detenido. El tráfico. El ruido. El movimiento de la gente en el café. El corazón de Paula.


–¿Es que me mentiste? ¿No es verdad que fueras a Isola del Alfonso porque un amigo te lo recomendó?


Como ella tardaba en responder, insistió.


–¿Por qué fuiste, Paula?


–Es verdad que Alberto me había hablado mucho del pueblo y que yo quería ir para poder decirle cómo es ahora –respondió al fin–. Pero el pueblo no era tan importante como localizar cierta casa… Tu casa.


Pedro cerró los dedos sobre la mano de Paula, que lo miraba con expresión grave. A él le pareció que estaba preciosa.


–Por eso tomé el camino del cerro.


–Para llegar a mi casa…


–No exactamente. No sabía que estuviera allí. Subí porque pensé que, si llegaba a lo más alto, podría ver todo el pueblo y encontraría el lugar.


–Comprendo.


–Pero esperaba que estuviera en ruinas.


Pedro se quedó perplejo.


–¿En ruinas?


–Sí. Jamás habría imaginado que la hubieran reconstruido, que estaría rodeada de flores y que tendría un aspecto tan bello.


La curiosidad de Pedro había ido en aumento conforme Paula hablaba. Y cuando se volvió a dirigir a ella, su voz no sonó tan tranquila como antes.


–¿Quién es Alberto?


Ella parpadeó, nerviosa.


–Mi bisabuelo.


–¿Cómo?


Justo entonces, el camarero reapareció con el vaso de agua mineral y una botella de vino, que enseñó a Pedro para que diera su aprobación. Sin embargo, él ni siquiera se molestó en mirar la etiqueta de la botella; se limitó a hacerle un gesto para que sirviera la copa y se marchara de allí cuando antes. De hecho, estaba tan ansioso que no le dió las gracias. Pero Paula sonrió y reparó el error de su acompañante.


–¿Tu bisabuelo? ¿Has dicho que Alberto es tu bisabuelo?


–En efecto.


–¿Cuándo estuvo en el pueblo? ¿Cuándo conoció mi casa… ? 

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