miércoles, 11 de octubre de 2023

Aventura: Capítulo 52

 –Sí, ya lo sabía. El nombre de Horacio Alfonso apareció cuando estaba buscando información sobre el pueblo. ¿Lo llamaron Horacio por su abuelo? ¿Por el hombre que se unió a la guerrilla en las montañas?


–Certo. Aquí es tradicional que a los nietos se les ponga el nombre de sus abuelos por parte materna. Horacio, Pedro, Horacio, Pedro…


–¿Y cómo llamarás a tu primer hijo? ¿Horacio? Bueno, si es que no tienes ningún hijo, por supuesto.


–No, no tengo hijos, Paula. Nunca he mantenido una relación tan seria como para plantearme la posibilidad de tenerlos. Y por si te lo has preguntado, tampoco me he tenerlos. Y por si te lo has preguntado, tampoco me he casado.


–¿Ni siquiera has estado a punto de casarte?


–No. No le he pedido el matrimonio a nadie.


Paula prefirió cambiar de conversación.


–Leí algunas cosas sobre tu padre –siguió hablando–. Leí que se mató en un accidente, durante una carrera.


–Está visto que hoy en día es imposible mantener un secreto. Todo lo que quieras saber está en Internet –dijo con sarcasmo.


–De todas formas, ya sabes que yo sólo estaba interesada en el pueblo. Cuando leí que habías vivido en Turín, no busqué más cosas de tu familia… ¿Qué pasó cuando tu padre murió?


Pedro le lanzó una mirada larga e intensa antes de responder.


–Mi madre no estaba en situación de cuidar de mí. Además, mi padre y ella habían tenido una discusión terrible el día en que él se mató. 


–¿Les oíste? –preguntó, horrorizada.


–Todo el mundo les oyó.


–Lo siento…


Él se encogió de hombros.


–Fue hace mucho tiempo. Mi padre un seductor que había tenido un sinfín de aventuras amorosas. Conducía igual que vivía… Sin cuidado. La gente lo adoraba por su valentía al volante, y la prensa destrozó a mi madre cuando murió. Decían que no había sido una buena esposa. La culparon de su muerte.


–Qué cruel.


–Mi padre estaba fuera de control en todos los aspectos de la vida, Paula. Pero mi madre lo quería con locura.


–Me lo imagino. Si no lo hubiera querido, no le habría importado.


–Exactamente. Es fácil de entender, pero mucha gente no lo entendió nunca.


–Pobre mujer.


–Fue una época espantosa, terrible… Los periodistas acampaban día y noche delante de nuestra casa, hasta el punto de que nos sentíamos prisioneros. Cuando Nonna y mi abuelo vinieron a ayudarnos, mi padre estaba a punto de sufrir una crisis. Pero las cosas cambiaron después. La gente del pueblo se volvió muy protectora con nosotros. No permitían que ningún forastero se acercara a nuestro domicilio.


–Sí, recibí unas cuantas miradas extrañas cuando llegué a Isola del Alfonso..


Pedro sonrió. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario