lunes, 23 de octubre de 2023

Irresistible: Capítulo 2

 —Es perfectamente capaz de ocuparse de sus propios asuntos.


—Eso es mentira —Teresa se inclinó con los labios apretados—. Ha estado como un vegetal desde que lo trajeron ayer.


Paula se estremeció de ira ante la actitud de Teresa.


—Si hubiera empezado a trabajar para él unos meses antes, habría impedido que te acercaras a él —le espetó ella—. Pareces saber mucho de su estado, y eso que acabas de llegar.


—Una enfermera... —empezó a decir Teresa, pero enseguida calló. Estaba claro que no había tardado en buscarse espías en la zona.


—La señora Montbank tiene sus derechos —le anunció el abogado—. Lo que está haciendo es impedir el ejercicio en esos derechos.


—El señor Montbank también tiene derechos —«Olvídate del tiburón» pensó Paula, y se volvió de nuevo hacia Teresa—. Te repito que no te dejaré entrar. Estás deseando llevar a Eduardo a una residencia y después dedicarte a la buena vida gastándote su dinero.


—¿Cómo te atreves? —siseó ella entre dientes. La verdad de la acusación de Paula estaba reflejada en su mirada—. ¿Tú qué sabes? ¿Quién te ha dicho...?


—Señora Montbank, deje que me ocupe de esto —dijo el abogado, dando un paso al frente.


—No se moleste —Paula extendió los brazos y las piernas ante la puerta. Inclinando la cabeza, mostró los únicos elementos de defensa que tenía—. Observe esos palillos. Son de porcelana, y no dudaré en usarlos si tengo que hacerlo.


Teresa estuvo a punto de echarse a reír, pero enseguida entrecerró los ojos.


—¿Estás amenazándome?


—Sólo sé que Eduardo nunca te hubiera dado para controlar nada más que tu paga, Teresa. Ni los fondos de inversión ni, desde luego, sus negocios. Daré testimonio de ello si tengo que hacerlo.


—Rastrera —Teresa irradiaba furia por todos los poros de su piel—. Probablemente te estés acostando con él pensando que puedes quitármelo —levantó una garra.


Aquello era demasiado. ¿Cómo se atrevía Teresa a insultar de ese modo a Eduardo? ¿A insultar la relación de Paula con su jefe? Consciente de sus movimientos, se llevó una mano a los palillos que le sujetaban el pelo en su sitio.


—Gracias por defender la plaza mientras yo salía a dar un paseo, cielo —un hombre caminaba hacia ellos. Alto, seguro de sí mismo...


Su turbulenta mirada azul se fijó sobre la de ella.


—Mostrando tus habilidades de peluquera de nuevo, ¿Eh?

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