miércoles, 4 de octubre de 2023

Aventura: Capítulo 43

  –Pero te envió un regalo –le recordó.


–Sólo es una mata de tomillo de su jardín, y me la envió al colegio porque no tenía mi dirección ni mi número de teléfono. ¿Y sabes por qué no los tenía? Porque no me los pidió. No le interesaba tanto como para pedírmelos.


–Ya. Di lo que quieras, pero tienes la mirada de una mujer que espera algo más que una noche de pasión con un hombre –insistió Pilar.


–¿Nunca has oído hablar de las endorfinas que se liberan con el ejercicio? Ven a correr conmigo y pruébalo.


Pilar sacudió la cabeza.


–No, gracias. Aunque podemos quedar esta noche si quieres… He hablado con Adrián, mi novio, y se ha ofrecido a echar un vistazo a una web genealógica que podría interesarte. Puede investigar a la familia de Lucía sin necesidad de que preguntes a los habitantes del pueblo.


–Vaya, no se me había ocurrido.


–Y aunque se te hubiera ocurrido, la página web está en italiano y no habrías entendido gran cosa –comentó Pilar–. Pero si le das los detalles a Adrián, estará encantado de echarte una mano.


Justo entonces, sonó el timbre que anunciaba la primera clase de la mañana. Paula se levantó y caminó hacia la puerta para dirigirse a su aula.


–Me parece una idea excelente, pero no puedo quedar con ustedes esta noche. Tengo una reunión de profesores y un montón de ejercicios por corregir. ¿Por qué no pasan por casa algún día de la semana que viene? Les prepararé una cena.


La reunión de profesores duró más de lo que había imaginado, así que Paula tuvo que darse prisa con la compra para la cena. Y cuando ya estaba a punto de entrar en el piso, la llamó una de susvecinas.


–¿Signora Chaves?


–Buonasera, signora Priverno.


La mujer se puso a hablar a toda prisa, la tomó del brazo y la llevó al interior de su casa. Paula maldijo su suerte, porque no tenía tiempo para socializar con las vecinas. Tenía que ducharse, lavarse el pelo y hacer cien cosas más antes de las siete de la tarde, la hora de su cita con Pedro. Entonces, vió la caja que estaba en la mesita del vestíbulo de la señora Priverno. Estaba envuelta en papel de color crema y llevaba su nombre.


Su vecina se la dió y Paula dijo:


–Molto grazie, signora.


–Prego… –respondió con una sonrisa.


Paula se despidió de ella y entró en la casa, cargada con la caja y con las bolsas de la compra. Temía que Pedro hubiera cambiado de opinión sobre la cena y que le enviara un regalo a modo de disculpa. Dejó la caja en una mesa y leyó la nota que la acompañaba. Era breve: "He pensado que estarás cansada tras todo un día de trabajo. Cenaremos fuera. Pedro". Ella no supo si sentirse aliviada o decepcionada por no tener que cocinar. Efectivamente, estaba agotada tras un largo día de trabajo. Pero se había tomado la molestia de planificar el menú y de hacer una compra apresurada de carne, quesos, prosciutto, todo lo necesario para preparar una ensalada y hasta una selección de pasteles para servirlos como postre. 

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