viernes, 11 de agosto de 2023

Traición: Capítulo 9

 —Pedro —lo reconoció en ese instante Paula, pronunciando su nombre con una voz tan fina y quebradiza como el cristal.


—Paula. Te ofrezco mis más sinceras condolencias —le dijo—. Debes de sentirte muy dolida e impresionada por lo ocurrido.


—Traumatizada más bien —desvió la mirada—. ¿Qué estás haciendo aquí, Pedro? Sabes que esto solo puede traerte problemas.


—¿Te refieres a tu padre? —esbozó una leve y triste sonrisa—. No creo que tu padre pueda acarrearme más problemas.


—¿Te dijo alguien que nos íbamos de Bellemont?


—No —mintió Pedro.


—Las cosas nos han ido muy mal.


—¿Has recibido ofertas por la propiedad?


—Supongo que no haré mal en decírtelo —se encogió de hombros, abatida—. Ahora mismo están teniendo lugar las negociaciones. No es lo que esperábamos, pero no estamos en condiciones de conservar la propiedad.


—No creo que el nuevo propietario los presione para que se trasladen rápidamente, dadas las circunstancias —comentó él con tono compasivo.


—¿Quién te dijo lo de... Martín? —contemplando sus labios mientras hablaba, casi podía volver a experimentar su sabor, y sintió una punzada de dolor a la vez que de perplejidad.


—La verdad es que no me acuerdo de quién me lo mencionó... ¡Bellemont es una propiedad histórica, después de todo! Tu padre ha cambiado mucho. Teniendo en cuenta sus condiciones, no creo que le siente muy bien preocuparse mucho con las negociaciones de la venta...


—¿Sus condiciones, dices? —inquirió Paula, asombrada.


¿Era posible que lo supiera todo sobre sus vidas? Pedro era un hombre muy poderoso.


—Sé lo de su ataque. Acabo de hablar ahora mismo con Enrique Craig —mintió nuevamente Pedro, haciéndole creer que se había enterado a través de su antiguo profesor de matemáticas.


—Creo que sería prudente que te marcharas, Pedro —lanzó una mirada hacia atrás, temerosa.


Pedro siguió la dirección de su mirada hacia Miguel Chaves, que acababa de reconocerlo y ya se acercaba decidido hacia ellos.


—En cualquier caso, ya es demasiado tarde. Tu padre, con ataque o sin él, está evidentemente decidido a tener un enfrentamiento conmigo.


—No se olvidaría de sí mismo en un día como este —se lamentó Paula, con un nudo en la garganta—. Y en un lugar semejante.


—Creo que tu padre no ha cambiado mucho. Le llena de furia ver a su amada hija tan cerca de mí.


—¿Qué diablos estás haciendo aquí, Alfonso? —le espetó Miguel—. ¿Es que no has aprendido a mantenerte alejado de mi hija?


—No podía haber esperado un recibimiento más agradable —le contestó Pedro con tono sardónico—. Creo que ha sido Paula quien se ha acercado a mí. No tenía intención alguna de inmiscuirme en su dolor.


—¿Entonces por qué estás aquí?


—Conocía a Martín. Crecimos juntos.


—Él estaba a años luz de tí.

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