miércoles, 16 de agosto de 2023

Traición: Capítulo 18

 —Asegurarme de que sigue en las mismas condiciones que tenía cuando te la vendí —respondió, ruborizada.


—No estás obligada a hacerlo.


—¿Quieres dejarlo de una vez, Pedro? —le suplicó, sabiendo que nada conseguiría cicatrizar sus heridas.


—¿Dejar el qué?


—De comportarte de una manera tan odiosa.


—Qué curioso lo que dices, viniendo de t —esbozó una sonrisa sin humor—. Hay un hecho, Paula, que nada ha podido cambiar: Tú me acusaste de ser un ladrón.


—No —se dijo que solamente había confiado en su padre, que jamás antes le había mentido. Lo que había sentido por Pedro era una abrumadora compasión.


—Tu silencio me condenó.


—Me arrepiento muchísimo de ello, Pedro —las lágrimas asomaron a sus ojos—. ¿Es que no puedes perdonarme?


—¿Quieres escuchar una mala noticia? No. Mi madre murió. ¿Sabías eso?


—Sí. Quería escribirte, pero supuse que me odiarías y...


—Me temo que estabas en lo cierto —replicó, muy serio—. Murió con el corazón destrozado.


Paula se apartó de la chimenea, abriendo el balcón para que entrara la brisa.


—Yo la quería mucho, Pedro. Mucho.


—Y ella a tí.


—Nunca me dijo adonde te habías ido.


—Creo que deberías conocer la respuesta a eso. Pensaba, correctamente, que ya me habías hecho suficiente daño. Lo siguiente que supimos de tí fue tu boda con el pobre Martín.


Paula tuvo la sensación de que todo empezaba a girar a su alrededor.


—Eso hizo feliz a mi padre.


—Y tú naciste para hacer feliz a tu padre. ¿Qué hay de tí, Pau? Puede parecer terrible hablar de ello en un momento como este, pero no es ningún secreto que tu matrimonio no fue un gran éxito.


Paula se acercó lentamente a uno de los grandes sofás, y se dejó caer en él.


—Tengo a mi hija. La adoro.


La expresión de Pedro se tornó aún más tensa, y fijó en ella sus penetrantes ojos negros.


—Pudo haber sido nuestra hija —siguió un largo silencio—. ¿Cómo se llama?


—Olivia —respondió, ruborizada—. La llamamos Oli.


—¿Olivia? ¿Cómo te atreviste a ponerle el nombre de mi madre?


—Estás hablando conmigo, Pedro —se revolvió, furiosa—. Conmigo. Con Paula. Tu madre me dijo una vez que yo era la hija que siempre había querido tener. Gracias a ella me convertí en una notable pianista y, lo que es mucho más importante, en una mejor persona. Tenía perfecto derecho a bautizar a mi hija con su nombre, como homenaje a una mujer que tanto influyó en mi vida.


—¿Esperas acaso que me crea eso?


—Sí.


—A tu padre debió de haberle gustado saberlo —ironizó—. Y a Martín.


—Nunca lo supieron. Para ellos tu madre siempre fue la señora Alfonso; su verdadero nombre no fue jamás mencionado en su presencia. Y tu padre la llamaba Livi. Ni mi padre ni Martín se dieron cuenta de ello. Y Olivia es un nombre precioso, muy adecuado para una niña tan adorable. Solo tiene seis años.

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