lunes, 14 de agosto de 2023

Traición: Capítulo 15

 —Detrás de una silla —reconoció Olivia—. Quería irme, pero en ese momento entró el abuelo con el señor Henderson. Hablaba muy alto. Sabía que estaba furioso, y yo no me moví... Hasta que se fueron de la biblioteca. El abuelo dijo un montón de cosas de papá.


—Eso es porque no sabía que tú estuvieras allí.


—Estaba muy enfadado por... La conversación —Olivia miró a su madre, incómoda.


—La gente siempre conversa, Oli —dijo Paula—. Mira, papá hizo todo lo que pudo en la difícil situación en la que nos encontrábamos.


—Porque te quería, mamá.


Las acacias florecían por doquier en las colinas, formando masas doradas de pequeñas flores amarillas, tan típicamente australianas. Hacía un día magnífico y soplaba una suave y perfumada brisa. Florecían también los prunos, los melocotoneros y los cerezos. Paula pensó que al cabo de unas pocas semanas les llegaría el turno a sus amadas jacarandás, que pintarían el paisaje con sus indescriptibles tonos malva azulados. En Australia, el florecimiento de los grandes árboles señalaban el tiempo de los exámenes para los estudiantes, y sobre todo para los que aspiraban a ingresar en la universidad. Ella los había aprobado con éxito, y Pedro con una nota inmejorable. Ambos asistieron a la universidad de Sydney; él viviendo en una pequeña pensión y ella en uno de los colegios mayores femeninos. Los dos regresaban a casa los fines de semana y vacaciones. Habían sido tiempos felices, en los que habían disfrutado de una vida libre y despreocupada. Consiguió primero su diplomatura en artes y regresó con su padre, que la había echado terriblemente de menos. Pedro continuó estudiando, con un futuro prometedor. Cuando Pedro siguió en Sydney, Martín y ella empezaron a verse con mayor frecuencia. Paula lo conocía desde siempre. Su familia la apreciaba mucho, y nunca había ocultado su deseo de que los dos llegaran a casarse algún día. Salían a bailar, asistían a fiestas... Nunca se lo pedía; era Martín quien tomaba la iniciativa. Él salía con otras chicas, desde luego, lo cual tranquilizaba a Paula; para ella, no era más que un simple amigo. Martín siempre había estado enamorado de ella, sin que Paula lo sospechara. Disimulaba tan bien sus sentimientos que nunca iba más allá de un rápido y casto beso de buenas noches, satisfecho de ejercer simplemente de acompañante suyo. El problema surgía cuando Pedro regresaba a casa, tan atractivo que las chicas del pueblo suspiraban continuamente por él. Paula podría haberse sentido terriblemente celosa con tantas amigas suyas persiguiéndolo. Por el contrario, el lazo que existía entre ellos no hacía sino profundizarse aún más. Nunca habían mantenido relaciones sexuales, a pesar de que el sexo era lo que todo el mundo de su edad tenía en la cabeza. Pedro la cortejaba, cuidada de ella. Era tan sencillo como eso. ¿Acaso no sabían, en lo más profundo de sus corazones, que un día terminarían casándose? Pero primero Pedro tenía que conseguir su licenciatura, para después abrirse paso en el mundo que se le ofrecía en bandeja. Esos eran sus sueños, los sueños de ambos. Sueños que serían cruelmente truncados. Porque el sueño del padre de Paula había sido muy distinto, y Pedro Alfonso no había formado parte de él.

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