lunes, 14 de agosto de 2023

Traición: Capítulo 12

 —Eso debió de haber sido terrible para tu Paula...


Pedro le lanzó una mirada penetrante.


—Su padre nunca le dejó demasiado tiempo para que la echara de menos. La mimaba de continuo, no la perdía de vista. Y ella era demasiado joven para darse cuenta de qué manera gobernaba su vida.


Un repentino temor asaltó a Adriana: Que no pudiera retener a Pedro Alfonso a su lado durante mucho más tiempo. Se dió cuenta de que había sentido eso mismo tan pronto como vió a Paula. Pedro era mejor que cualquier otra persona que conociera en esconder sus sentimientos, pero... Ella había visto lo que había visto.


Gustavo Hesson, el abogado de Pedro, no tardó en telefonearle:


—Todo arreglado —lo informó, satisfecho—. Se les permitirá residir allí durante seis meses más, según tus instrucciones. Una propiedad maravillosa, por cierto. Permíteme felicitarte. Y pedirte una visita...


—Te concedo un fin de semana —bromeó Pedro, repantigándose en su sillón giratorio—. Y trae a Nadia y a los niños.


—Me encantaría. ¿Sabes, Pedro? Creo que estás haciendo grandes cosas.


«¿De verdad? En algunos aspectos tal vez sí, pero eso no me absuelve», pronunció para sus adentros. Durante los últimos años, ¿Cuántas veces había soñado con doblegar a Miguel Chaves? Ya lo había conseguido. Poseía Bellemont Farm por entero. Había creído que eso significaría mucho para él, pero, de repente, ya no le parecía tanto. No podía quitarse de la cabeza la violenta muerte de Martín y las circunstancias que lo habían llevado a mantener una aventura con la joven Cinthia Carlin. Pobre Cinthia: Qué final más terrible. Estaba impresionado. Martín debió de haber sido mortalmente desgraciado; antaño, nunca había mirado a ninguna mujer que no fuera Paula. Solía desafiar a cualquiera de sus amigos que intentara acercarse a ella. Martín había vendido su alma al demonio con tal de conseguirla, sacando las joyas de la caja fuerte de Miguel Chaves para esconderlas en el viejo cobertizo de los Alfonso. Martín, pálido, acusándolo del robo; Paula, mirándolo con un brillo en los ojos que indicaba su disposición a defender a Pedro. Un brillo que desapareció después, cuando su padre se sumó a la acusación declarando, despreciativo, que había abusado de su confianza.


—Tú no me importas lo más mínimo, jovencito —le había espetado Miguel Chaves con un tono de frío disgusto—. Podrías ir a la cárcel por esto. Al fin y al cabo, ese es el lugar donde terminan los ladrones. Es tu madre la que me da pena. ¿Es que no ha soportado ya bastantes disgustos como para aguantar esto?

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